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Un magnífico entretenimiento

Pombo divierte con El destino de un gato común, novela “piadosa” con “buen humor y buena suerte”

Un magnífico entretenimiento

El destino de un gato común alegra a Álvaro Pombo: “He escrito muchas novelas despiadadas. Esta nueva novela, sin embargo, es piadosa. Doña Nieves, el Coronel Ybarra, su nieto Nicolás de diez años, el gato negro con sus dos nombres, y un último personaje, Ñaco, que recupera a Rudyard, que, sigilosamente, se escapó del piso del coronel y maulló después desesperadamente, son un grupo familiar equilibrado y piadoso. Aquí triunfa la cordura y el bien. Y me parece justo. Me he divertido escribiendo esta novela, que salió de un tirón, de viva voz, en tres meses. Mi yo ejecutivo, que diría José Antonio Marina, ha controlado, suscitado y dirigido las ocurrencias de mi yo ocurrente en la dirección de la comprensión y la virtud. Me alegra haber escrito este libro. Su coprotagonista, por cierto, el gato negro, me ha traído buena suerte. Buen humor y buena suerte. Contra lo que solía decirse en la Edad Media de los gatos negros, que se consideraban demoníacos, éste nuevo gato negro que dormita a mis pies ahora, al amor del brasero eléctrico, es angélico. Una criatura rilkeana que ve con todos sus ojos lo abierto”.

“La inspiración basal de esta novela”, explica el autor, “es la ‘Octava Elegía’ de Rainer Maria Rilke. ¿Suena esto demasiado pomposo y rebuscado? Desde luego. Es, sin embargo, fácil de decir: Rilke decía que lo abierto es lo invisible. Y añadía: ‘No es nada trascendente, sino un simple estado del mundo mismo, e idéntico en su significación al estar sano y entero’. Nosotros, los mortales, los humanos, no conocemos lo abierto más que a través del rostro del animal. Y el animal, al revés que nosotros, es ignorante de la muerte, no advierte su finitud y tiene a Dios delante de sí. En la infancia, el hombre está en un estado parecido, e incluso, a veces, se aventura imaginativamente en el reino de la muerte. Acabo de parafrasear aquí una parte del comentario a la ‘Octava Elegía’ de Gonzalo Torrente Ballester. El gato de esta novela y también el chaval, Nicolás, el nieto del coronel, pertenecen ambos a esa categoría de seres inconscientes que están ante lo abierto y tienen frente a sí a Dios, aunque no lo llamen Dios. Me divirtió escribir esta novela porque se trataba de ver hasta dónde puede llegarse, imaginariamente, imaginando la vida de un animal doméstico, un gato, y un niño, Nicolás”.

Escribir novelas y leerlas “es un magnífico entretenimiento. Una escapatoria, tal vez, del mundo real, que, sin embargo, en su escapatoriedad refleja el mundo real y lo interpreta. El Coronel Ybarra y Nicolás, su nieto, viven fascinados por la inmensa agilidad de su nuevo gato, su capacidad de entrar y salir de lo invisible. Todos los gatos tienen esa habilidad: pasar en un solo instante de lo invisible a lo visible, aparecer y desaparecer instantáneamente. Así también los personajes de nuestros relatos, en nuestras novelas, aparecen y desaparecen, están y no están presentes ante nosotros. Son ficciones e irrealidades que nos parecen con frecuencia más reales que las realidades. Hay que tener cuidado con las novelas, y quizá también con los novelistas, porque todos somos, sin querer, embaucadores y, a la vez, como un gato doméstico, incesantemente entretenidos”.

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