Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El librero gallego de Borges

Un documental de Xan Leira repasa la vida y la figura de Francisco Gil, que se erigió como maestro librero y uno de los actores más importantes de la cultura argentina en las décadas de 1960 y 1970

Gil, el tercero por la izquierda, en casa de Borges, el primero por la izquierda. // FdV

Tal día como hoy, 24 de agosto, el escritor Jorge Luis Borges cumpliría 120 años si su salud le hubiese permitido la feliz y notable hazaña de alcanzar y conquistar nuestros días. Su obra imperecedera, una de las más fundamentales en materia de literatura universal, fue revisada por un emigrante gallego: Francisco Gil Cota. Un documental, dirigido por Xan Leira, y que se proyectará en América y Galicia, revisa ahora la vida y trascendencia de este maestro librero. Acompañado de una exposición, el trabajo Francisco Gil, o libreiro de Boges rastrea la figura de un niño que desembarcó en Argentina y se convirtió por muchos años en la cara más representativa de la librería El Ateneo, esa institución cultural argentina que no solo permanece abierta, sino que se extiende multiplicando sus sedes por todo el país. Además, entre otras de sus innovaciones también figura el impulso de la Primavera de las Letras, precursora de la actual Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Francisco Gil nació el 8 de agosto de 1915 en Vilar, parroquia de San Amedio de Millerada, Forcarei (Pontevedra). Su familia, en una decisión que emprendieron millones de gallegos, emigró primero a Brasil y más tarde se dirigió a Argentina. En la ciudad de Buenos Aires se ubicó en el barrio Nueva Pompeya, donde el protagonista de esta historia residió hasta el final de sus días: el 5 de mayo de 1997. Allí, su padre, albañil de profesión, conoció a Pedro García, natural de Logroño, fundador de la librería y editorial El Ateneo en 1912. Con tal motivo, el 2 de enero de 1931, y con apenas 16 años, el joven Gil empezó a trabajar como recadero en el ahora centenario establecimiento, considerado el más grande de su género en todo el mundo.

Durante casi cinco décadas, hasta 1979, las estanterías rebosantes de libros de El Ateneo fueron sus docentes y acompañantes. En ese lapso espacio-temporal pasó de ser un mero aprendiz a jefe y convertirse en un maestro librero al que muchos acudieron a pedir consejo. Entre ellos, Jorge Luis Borges, con quien forjó una fuerte amistad basada en la confianza y en la discreción. Se atrevió a recomendarle lecturas a tan inmeso literato, autor entre otros de El Aleph, que cumple 70 años, pero también a la mayoría de escritores argentinos del siglo pasado: Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez o Conrado Nalé Roxlo. Y a algunos de los artistas plásticos más destacados de la época, como Urruchúa, Juan Carlos Castagnino, Benito Quinquela, Antonio Berni o Raúl Soldi. Sin olvidar, desde luego, a sus paisanos Arturo Cadrado, Lorenzo Varela y Luis Seonae, modernizadores de la industria editorial argentina. Su cuadro de amistades se extendió incluso a personalidades del panorama político, como el expresidente de la nación Héctor Cámpora, de quien se comenta que a veces no llevaba dinero en efectivo para pagar los ejemplares.

Marechal, autor de Adán Buenosayres, una de las novelas más importantes de la literautra argentina, dijo de Gil que era un "puente de oro" entre el autor y el lector. Félix Luna, renombrado historiador, lo consagró como el verdadero fundador de uno de los mercados literarios más importantes del mundo: la Feria del Libro de Buenos Aires, celebrada por primera vez en 1975. La ayudante personal de Borges, María Esther Vázquez, añadió que era la persona que realmente daba prestigio a El Ateneo. Su influjo fue muy similar al de Sylvia Beach desde su librería Shakespeare and Company de París, desde donde ayudó a la denominada Generación perdida norteamericana exiliada en Francia.

Estas alabanzas no fueron las únicas. Recibió otro tipo de reconocimientos en vida. Sin ir más lejos, la Sociedad Argentina de Escritores lo condecoró su socio de honor y la Secretaría de Cultura del Gobierno argentino lo convirtió nada menos que en Librero Mayor de Buenos Aires.

Cuentan que Gil no fue capaz de incursionarse en la escritura por falta de instrucción adecuada. Sin embargo, sí supo influir y revalorizar el relato audiovisual y conceptual de la obra literaria escrita. Además, en la década de 1960 se erigió como uno de los actores más relevantes de la cultura argentina. Destacan que promovió múltiples iniciativas para la promoción del libro y la lectura. Facilitó el conocimiento de nuevos autores, editando incluso algunas de sus obras, y fomentando encuentros entre escritores consagrados con otros noveles. Para ellos era don Francisco. Su prestigio prevaleció, del mismo modo, en los años setenta.

Entre otras cosas será siempre recordado también por su intervención en una edición histórica del poema El Gaucho Martín Fierro, de José Hernández. Para ello, Gil hizo firmar, principalmente entre 1972 y 1975, a más de 500 personalidades argentinas e internacionales. Algunas simplemente dejaron su rúbrica y otras se molestaron en redactar una dedicatoria o plasmar una ilustración. Una actuación que sumada a las anteriores lo unió, más si cabe, a su tierra de acogida.

Compartir el artículo

stats