Transición española para ingleses ecuánimes

El viaje de Jeremy Treglown por la cultura del franquismo

La cripta de Franco. Viaje por la memoria y la cultura del franquismo | Jeremy Treglown | Ariel

La cripta de Franco. Viaje por la memoria y la cultura del franquismo | Jeremy Treglown | Ariel

Domingo Caballero

Treglown es un sociohistoriador, fino especialista en biografías y descripciones de ambientes históricos, políticos y sociales. Posee lo que les falta a muchos historiadores, que parecen creer que la cultura debe ir al final, como un apéndice molesto.

En realidad la cultura baña de tal suerte la historia que se funden limpiamente, se mezclan y se constituyen. Todo lo sucedido al hombre por el hombre es cultura, desde la bandera y sus colores hasta las letrinas y sus sistemas de drenaje; los dioses que castigan; los grupos vociferantes en las gradas del Sur; las hechuras de las vestimentas, que van pregonando prosperidad o pobreza, y los monumentos y las chabolas, y las teofanías de mil dioses, y el sexo eternamente problemático, y el léxico y la sintaxis que ahorman todas esas prácticas y las califican. Y las guerras feroces, la fisiología de la tortura, un constante desangrarse.

Transición española para ingleses ecuánimes

Transición española para ingleses ecuánimes

Cómo no iban a desangrarse los actores de la cultura, o sea, todos nosotros, en la confrontación constante, si se odiaban, y porque se odiaban se vinculaban, y formaban hordas y estados para exorcizar la pulsión agresiva. La cultura es violencia y una huida permanente desesperada, no pudiendo paradójicamente vivir los unos sin los otros. Esclavos con señores construyen una determinada cultura, e igualmente el precario con el inmensamente rico.

Así pues parecen las sociedades ser el resultado funesto de una tensión en ocasiones brutal, como si se obligaran a juntarse sus miembros para combatirse sin piedad. Todas las guerras son guerras civiles; en consecuencia todas las culturas son autoagresivas tanto como heteroagresivas. Que nadie se escandalice, tenemos la guerra a la puerta, y acabamos de estercolar Europa entera con millones de cadáveres, nada que envidiar al obcecado musulmán.

Para que la violencia fructifique y se abastezca tienen que levantarse en armas al menos dos grupos. Y para que se entienda el conflicto cabalmente hay que someter a análisis el léxico y la sintaxis de cada cual. Aunque un error frecuente es creer que la cultura es simplemente lenguaje. Pero tan cultura son, eran, los pantanos de Franco como el Valle de los Caídos; junto con las justificaciones retóricas que tuvieran que ver con la Guerra Civil. Siendo también cultura el vestido cauteloso femenino bajo las rodillas y el atrevido por encima, según diversos dictámenes canónicos en pie de sotana, autoagresivos.

Mas paradójicamente esos grupos belicosos como tales, se integran, se desintegran, se copian, se contagian entre sí. Pero no hay que chuparse el dedo infantil. Creemos beatíficamente que hemos dado con un denominador común; que hemos encontrado el secreto que, cual pegamento civilizador común, sirve a diestro y a siniestro, y jugamos a que ese es el sentido común pacificador, la cultura de todos, la bendita ecuanimidad; empero rascamos y, por ejemplo, declarándote "respetuoso con todas las religiones" convivirán las frases apaciguadoras con las consignas más duras.

La tesis de Treglown intenta demostrar que la cultura española durante el franquismo no estuvo tan sofocada como nos hacen creer. Este es el nervio del libro. Florecían en el franquismo textos y texturas, narradores y pintores. Lo deja dicho "perspicaz y exhaustivo", ecuánime, "un peso pesado" de la vida intelectual española, Muñoz Molina. Y, ecuánime, lo recoge el inglés: "quien dice que no hay narrativa verdadera sobre la Guerra Civil es que no la ha leído". Tras sus visitas al estalinista Valle de los Caídos confiesa el inglés: "Los monjes que conocí eran inteligentes", afirmación que pudiera ser una ironía, pero que leído a contraluz más bien puede querer decir que le es lícito históricamente sospechar a un inglés de la inteligencia de un cura papista.

Pues bien. He aquí un despiste ideológico, una suave agresividad, un desagüe imprevisible. La ecuanimidad se le escapó de las manos y le jugó una mala pasada: así se despacha el inglés a propósito de la película Tierra y Libertad (anarquismo en España): "Absurdo filme del director socialista británico Ken Loach"; "absurdo" aplicado a una película es un adjetivo duro. Pero quizá lo sea más el sintagma "director socialista", pues "socialista" no es una categoría de la estética cinematográfica; su uso en este contexto expulsa de la legitimidad artística un hecho cultural. Repare el lector en la agresividad semioculta de una pretendida ecuanimidad. Insistimos: el lenguaje es un campo de batalla, e incluso una simple palabra ya lo es, pues la palabra parece única y dotada de un único sentido, pero es como un vacío por el que los grupos sociales luchan para darle un significado, según su interés de grupo contra otros significados de otros grupos. El lenguaje, en fin, sirve para agredirse. De suerte que la cultura ha sido, es y será un intento venerable, y una batalla perdida pero inevitable.

Sin embargo se me argüirá, por ejemplo, que Platero y yo sería la negación de la violencia, una sacralización mística de un asnillo. ¿No es meter con calzador planteamientos galicistas marxistoides a propósito de la cultura?

Treglown arma una larga lista, resumen de manual, salpicado de anécdotas, con los narradores esperables. Contemplamos "en sus largas noches de ingeniero", "republicano y racional" a Benet. Cela y Delibes acabaron en la Academia "en vida de Franco". Y en una orilla los Foxá y en la otra Max Aub. Y Gironella con sus personajes que, aunque rojos, creen en Dios. Y los pintores, más universales que nunca, los Chillida, los Miralles, los Tàpies. "el arte no fue un desierto", "el legado de Franco merece más crédito del que se le da"," Franco sentó las bases de la relativa prosperidad de que gozaron los últimos años del Régimen".

Veníamos diciendo que el arte y la cultura son un campo de batalla, un conflicto pero embalsamado. ¿Y qué hacemos con los barrocos? ¿Acaso era Góngora de izquierdas? ¿Dónde está la agresividad cultural del peludo cuadrúpedo?

La generación que ya nos vamos yendo hemos visto asnos moribundos maltratados con saña. Elevar a un burro a los cielos poéticos era una osadía cultural, pues el pollino no era objeto de ninguna ternura. Precisamente "Platero" condenaba sin mentarla la falta de complicidad peluda que hoy encontramos natural (puñeteras mascotas). Y censuraba y negaba desde la categoría de señorito sensible a media España, la España que apaleaba a sus animales (y a sus hijos). Sin olvidar las pedagógicas orejas de burro, flor y nata de la didáctica patria, violento castigo si se ejecutaba brazos en cruz, y tortura de juzgado de guardia. En una ocasión coincidí con la atildada señora de un atildado señor. La película era de Almodóvar. Educadamente, al hilo de alguna secuencia, comenté que quizá heriría su sensibilidad.

-Nada de eso.

Me contestó como un rayo la señora.

-Porque esto es arte.

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