«En el cine hay mucho pijo riéndose de cosas que no tienen gracia»
El autor de algunos clásicos contemporáneos del cine español como ‘No habrá paz para los malvados’, ‘La vida mancha’ o ‘La Caja 507’ acaba de estrenar la serie de «misterio» ‘Cuando nadie nos ve’ en la plataforma de ‘streaming’ Max. Urbizu habla de la moda del ‘thriller’ y de cuánto echa de menos el cine.
voro contreras
Acaba de estrenar en Max Cuando nadie nos ve. Iba a decir que es un thriller, pero creo que no le gusta demasiado el término.
Sí, es un término que le vale a mucha gente para meter cualquier cosa. Como ahora además está especialmente de moda en la televisión, pues todo es thriller… A mí me gustaba mucho para Cuando nadie nos ve el término de misterio, que te induce a un ritmo menos violento, menos necesitado de trepidancias y de giros.
¿La moda del thriller lo matará de éxito?
Tengo 62 años y las series del misterio han tenido éxito desde mi tierna infancia. Pero al final todo es un monocultivo, porque están los algoritmos y los ejecutivos y los despachos y lo que funciona se repite ad infinitum y luego hay un gran superávit de oferta y en los despachos todos tienen prisa por sacar cosas... Algún día todo esto petará porque la mitad de cosas que se están haciendo no tienen pies ni cabeza.
¿Qué le viene a la cabeza si digo la palabra algoritmo?
A nada nuevo bajo el sol. El marketing del cerebro y el anhelo del capital por controlar la mente del consumidor viene desde hace mucho tiempo. La historia nos ha demostrado que intentar prever qué fórmulas gustan y demás está abocado al fracaso.
¿Sigue habiendo una frontera entre el cine y la televisión?
Puedes hacer cine que sea televisión ramplona y puedes hacer productos televisivos de gran calidad cinematográfica, así que depende. Yo al menos mi trabajo en cine lo tomo igual que en la televisión. Para mí es hacer ficción, contar cosas de la vida de la gente.
Por cierto, lleva bastante tiempo sin hacer cine.
Sí, 15 años, desde No habrá paz para los malvados. No es porque no quiera, sino porque no he encontrado financiación. Así de claro.
¿Y por qué un director premiado como usted no se encuentra financiación?
Esa pregunta se la tienes que hacer a las personas que están en los despachos, en las plataformas. Normalmente mis proyectos son tildados de arriesgados, de violentos, de radicales... Tonterías. Porque tanto La caja 507 como No habrá paz, que fueron tildados de todas esas cosas, fueron dos buenos éxitos. En cambio, otros productos diseñados por los de los despachos no se han comido nada.
¿Echa de menos hacer cine?
Claro, echo de menos hacer cosas que duran 80 o 90 minutos. Estoy hasta el puto horror de películas de tres horas, como El brutalista. La televisión está muy bien y me gustan mucho los formatos menores de una hora, porque va en directo el relato, porque te ahorras el preclímax y todo eso. Y hay algo de frescura y de inmediatez que mola en ese tipo de duración televisiva. Pero es que tengo ganas de pantalla grande y de un relato que sea ancho y profundo y que dure 90 minutos. No más.
¿Qué le ofrece el cine clásico que no encuentre en el contemporáneo?
Formativamente, todo. Tengo una formación muy clásica. Cuando nos llega la adolescencia, llega la apertura, se muere Franco, y se empieza a reestrenar todo. Y podías ir a ver una etapa de La caída de los dioses, Grupo Salvaje, podías ir a ver La Matanza de Texas, se estrenaba Tiburón, reponían Aguirre y la cólera de Dios... Fue una etapa maravillosa. Y luego la televisión ofrecía grandes ciclos. Eso te forma, te confirma la vocación y te da unas bases muy sólidas y te haces un montón de preguntas que siguen siendo válidas hoy.
La violencia es una parte importante de su cine. ¿Cómo se lleva con ella?
Estéticamente, con Peckinpah y algunos otros, siempre la he disfrutado mucho como espectador. Pero hoy en día, con la saturación de violencia que exhibe el mundo y las toneladas de crueldad que exhiben las televisiones, estoy un poco harto. Lo que no me ha gustado nunca es la espectacularización de la violencia, el chiste de la violencia. Tengo una distancia bastante grande con gente como Tarantino que frivolizan con el tema. Me he quedado anticuado, soy moralista. Puedo entender la poética de una muerte violenta, pero no reírme de ella. Tenemos una responsabilidad moral: cuando cuentas una historia para la gente, tienes que saber lo que cuentas, por qué lo cuentas y estar seguro de lo que dices. En el cine mucho pijo riéndose de cosas que no tienen ninguna gracia.
La política también forma parte de su cine.
Porque en el cine todo es política. El cine negro, el cine de delito, tiene la obligación de atender a lo contemporáneo, está comprometido a que sus historias sean de alguna manera reflejo en el mundo en el que vivimos. El cine negro está relacionado con el poder, con el dinero y, por lo tanto, con la política.
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