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Dos meses de cuarentena en un camarote

Miguel Montes sufrió un accidente en el barco donde trabaja que lo hace aislarse de la tripulación cada vez que va a rehabilitación

Miguel Montes, en el camarote donde lleva dos meses de cuarentena, en un barco cerca de Jamaica. // FdV

Calcula que su camarote mide unos 12 metros cuadrados. Tiene una cama, un baño, un escritorio, un sofá y una mesa. Elementos que Miguel Montes tiene más que memorizados después de pasar algo más de dos meses de cuarentena en la pequeña habitación. Como el resto de la tripulación española que trabaja en un barco de transporte de gas licuado cerca de Jamaica, lleva un mes esperando a que se abra el espacio aéreo de la zona para volver a España.

Este vecino de Poio partió el 12 de marzo hacia Inglaterra para embarcar en la campaña de tres meses que debería haber terminado el 12 de junio. Hasta ahí su situación sería como la de sus compañeros. Pero a principios de mayo Montes, jefe de cocina, tuvo un accidente con una máquina de carnicería. "Tenía el guante de seguridad de metal en la mano izquierda, porque soy zurdo, al mover la pieza la sierra debió coger el guante, lo arrastró y me cortó el dedo índice llegando al hueso y al tendón", recuerda. Ese mismo día fue llevado a Kingston, donde fue operado y comenzó una odisea de cuarentenas interminables.

Entre cortes de conexión cuenta que, aunque la situación en Jamaica parece controlada, cada vez que va a tierra para acudir al médico tiene que hacer una cuarentena de 14 días para prevenir un posible contagio al resto del barco. Estas visitas son entre dos y tres veces por semana, por lo que nunca le da tiempo a terminar una cuarentena completa y lleva dos meses aislado.

Rutina diaria

Montes intenta llevar una rutina para no frustrarse. "Me despierto muy temprano porque el sol sale pronto. Sobre las siete u ocho de la mañana saludo a la familia por los grupos de Whatsapp, me tomo el medicamento antiinflamatorio y otro para aliviar el dolor, me aseo y me relajo leyendo la prensa. Hago tiempo para comer, y después, mientras los compañeros están descansando, voy a la parte de atrás de cubierta a dar un par de vueltas. Luego me doy una ducha, hago una siesta, hablo otro poco con la familia, escucho algún partido de fútbol, leo más prensa y ceno en torno a las 19.00. Cuando la tripulación está descansando vuelvo a salir a andar. Por la mañana paseo más tranquilo, pero por la noche intento hacer una ruta más larga y me hago de 5 a 10 kilómetros dándole vueltas al barco, depende de cómo tenga el humor, hago más o menos", explica Montes. Así un día tras otro.

"Solo tengo un teléfono móvil. Los primeros meses tenía una tarjeta con internet para un mes y si la consumía antes te quedabas sin nada, trabajando me sobraba, pero ahora parado tenía que repartirlo bien", cuanta sobre su única vía de entretenimiento.

"Comes aquí solo, en una mesa pequeña y para limpiar la ropa tienes que llamar al camarero, para cualquier cosa de comida también y es incómodo porque no quieres molestar", confiesa. Para ir a rehabilitación tiene que hacer 30 minutos en lancha y uno hora de coche hasta la capital.

Tres días de tregua

Hace unos días el barco tuvo que salir de Jamaica a Trinidad y Tobago (una isla entre Venezuela y Barbados),. Así que tuvo que faltar a su cita médica y por primera vez cumplió 14 días de cuarentena y hasta que volvieron a Jamaica disfrutó de tres días con sus compañeros. "Pude ir a comer al comedor, hacerme un café, ver la televisión... De la otra forma estás encerrado entre cuatro paredes. Esos días para mí fueron una maravilla, bajaba a desayunar con los compañeros de cocina, y aprovechaba y comía bien porque no tenía que pedir que me lo trajeran. Estaba hablando con ellos, tomaba el sol, comíamos juntos, paseaba libremente, charlaba muchísimo y el día se te pasaba mucho mejor, podía moverme por todo el barco", recuerda.

Reconoce que está cansado, que se aburre y que se agobia a ratos. Durante el primer mes ni siquiera salió del camarote para pasear y habla con la frescura de poder mantener una conversación con alguien diferente y piensa con optimismo en volver a casa. Está de baja y deja hacer libremente al segundo cocinero y solo le aconseja cuando le llama con alguna duda.

Cuando va a Kingston aprovecha para hacer algunos recados. Se desinfecta en cada lugar en el que entra, usa mascarilla y le miden la temperatura antes de entrar a cualquier local.

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