Después de dos meses y medio de pandemia y de estado de alarma, el Concello de Pontevedra cerró ayer el último de los dos albergues para personas sin hogar que mantenía activo. El primero en abrir fue el de Raiña da Paz en Salcedo, que dejó de funcionar hace ya algo más de una semana para acoger a todos los usuarios de estos servicios en el albergue habilitado por el ayuntamiento en el pabellón multiusos de A Xunqueira. Este, que abrió más tarde, fue también el último en cerrar ayer mismo.

Fueron ocho semanas en las que se prestó asistencia a las personas sin hogar a las que el confinamiento pilló en las calles de Pontevedra sin un techo en el que buscar cobijo. Y es que el estado de alarma obligó a cerrar los albergues que funcionan normalmente en Pontevedra como son los que gestionan Cáritas y Calor y Café.

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Con la fase de desescalada, estos dos centros retoman la actividad y la mayor parte los usuarios de este refugio provisional han sido derivados a estos centros. Así lo explicó ayer la concejala de Benestar Social, Paloma Castro, quien dijo que, en todo caso, el Concello no se va a desentender de la situación de estas personas. Mientras supervisaba el desmontaje de los 30 camastros ubicados en esta instalación deportiva, así como el resto del material, confirmó que una trabajadora social seguirá los casos de cada uno de estos usuarios "con el objetivo de aprovechar los avances alcanzados en este periodo en lo que respecta a la adquisición de determinadas rutinas de higiene y cuidado personal".

Castro estuvo acompañada por Patricia González, coordinadora de los dos albergues que estuvieron abiertos en Pontevedra durante la crisis sanitaria, quien indicó que algunos de los usuarios que se encontraban circunstancialmente en Pontevedra optaron por regresar a sus ciudades de origen. Esta medida fue apoyada por el Concello después de que los profesionales de Servicios Sociales se pusieran en contacto con familiares y allegados de los usuarios, abonando el coste de los billetes del traslado hacia sus casas o las de sus familiares.

Alguna otra persona también podrá reiniciar su vida al haber sido beneficiaria de la Renda Social Municipal, de tal forma que está en condiciones de encontrar ya una alternativa residencial distinta a un albergue al poder compartir un piso o abonar una pensión. Este seguimiento a varios de los usuarios también incluirá la realización de cursos de formación laboral.

Los albergues llegaron a hospedar a unas 45 personas durante el estado de alarma. Paloma Castro destacó la "encomiable labor" de los trabajadores del Concello, de Cruz Roja, Cáritas y Calor y Café" para que ambos albergues funcionaran sin incidencias y con buenos resultados.