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Tras 51 días ingresada: "No piensas que te va a tocar; es como volver a nacer"

Susana Arbilla, de 57 años, y su marido, de 60, contrajeron la enfermedad a la vez, pero ella ingresó en la UCI y fue entubada

Susana Arbilla, pontevedresa de adopción, posa con profesionales del Hospital Montecelo ayer, día en el que recibió el alta. // R.V.

Hay experiencias que te cambian la vida. La de Susana Arbilla, vecina de Pontevedra de 57 años, es una de ellas. La suya es una historia con sabor agridulce; amarga por el sufrimiento pasado, pero con final feliz, que se materializó ayer, cuando recibió el alta en el Hospital Montecelo tras 51 días de ingreso debido al Covid-19. Es la paciente que mayor período de tiempo permaneció hospitalizada por esta enfermedad en el área sanitaria, en la que actualmente solo hay un paciente en el QuirónSalud.

El virus casi le cuesta la vida, pero la lucha de su propio cuerpo, la profesionalidad de los sanitarios del CHOP y la fuerza que le enviaba su marido, José Luis Chapela, de 60 años, que también se vio afectado, aunque de forma más benigna, fueron el cóctel perfecto para que ya se encuentre en su casa en el barrio de A Parda. Ahora, por delante, tiene el último tramo del camino para recuperarse de las secuelas que la enfermedad, todavía tan desconocida, le ha dejado, como una gran pérdida de movilidad en las piernas.

La pareja, que forma parte de un grupo de música tradicional del campus de Pontevedra de la Universidade de Vigo, en el que se dieron numerosos casos, comenzó a manifestar los primeros síntomas de la enfermedad el 11 de marzo, solo dos días después de estar en contacto con el resto de componentes. "Estábamos los dos en casa y nos encontrábamos muy mal, con fiebre", explican tras recibir el alta. Fueron de los primeros contagiados en el área sanitaria de Pontevedra y O Salnés.

Primero llamaron al teléfono gratuito 900 habilitado por la Xunta para tal fin, donde simplemente les dijeron que tomaran paracetamol y no saliesen de casa. Como al pasar los días se iban poniendo peor, "ya nos arrastrábamos por casa y yo no podía ni lavarme los dientes de pie", cuenta Susana Arbilla, decidieron, muy bien aconsejados por un sobrino, llamar al 061 ya el 19 de marzo.

"Menuda diferencia, a los cinco minutos ya habían venido a buscarnos y nos llevaron a Urgencias de Montecelo. Activaron un protocolo impresionante. Ojalá les hubiéramos llamado antes; nos dieron la vida", afirma él.

José Luis Chapela estuvo durante 15 días con fiebre, vómitos y dolor de cabeza. El día que fue con su esposa a Urgencias, a él ya lo enviaron a casa porque no presentaba problemas respiratorios. Comenzaba su lucha particular con la enfermedad, solo en casa, ya que la pareja no tiene hijos.

Por el contrario, a ella la ingresaron directamente en la Unidad de Cuidados Intensivos, ya que su estado era crítico con una elevada carga viral y neumonía. En la UCI estuvo un mes, del que 23 días permaneció entubada. "Normalmente se está diez o doce días, pero yo los doblé, porque mi caso fue muy peliagudo y eso que yo no tenía patologías previas", asegura.

Fueron semanas muy duras, porque no podía ver a nadie, ni siquiera a su marido. "Al principio no hacía más que llorar, me derrumbé y me tuvieron que dar antidepresivos", confiesa.

Sus motivos no le faltaban, porque al hecho de estar aislada de todos los suyos se sumaba el malestar físico: "yo no movía nada, ni una mano, cuando me mandaban levantarla no era capaz, era como levantar acero".

Una vez que salió de la UCI, pasado un mes, todavía llegaron otros 21 días en la denominada Unidad de Estancias Cortas.

Tanto ella como su marido sufrieron por su situación. A él le pusieron en lo peor por lo que pudiera pasar, pero es que ella misma llegó a creer "que me quedaría incapacitada". De hecho, los médicos de Montecelo se plantearon realizarle una traqueotomía. "Salvé por los pelos porque al quitarme el tubo vieron que respiraba bien, con normalidad", agradece.

Es consciente de que la fuerza con la que le afectó la enfermedad hubiera podido con su vida si hubiese sido mayor o con alguna complicación previa. "Lo que yo he pasado no lo soporta una persona anciana", considera. Con ella probaron tratamientos novedosos, incluido el que se utiliza para el VIH.

"Esto ataca a todo el mundo, que no se relajen, que los aplausos son maravillosos, pero sin mascarilla, sin guantes y sin respetar la distancia de seguridad haces muy poquito. Parece que la gente se lo está tomando a broma. Hay personas que pueden ser portadoras del virus y no lo saben porque son asintomáticas y pueden contagiar a sus familiares, padres y abuelos, y a sus vecinos", reflexiona la vecina de Pontevedra.

Sus agradecimientos son para todo el personal del Hospital Montecelo, en especial de la UCI, "pero para todos en general, no quiero dar nombres porque me olvidaría de alguien seguro; a todos ellos les debo la vida".

"Recuerdo una noche que estaba muy deprimida y entró alguien de la UCI y me tocó la cara y la cabeza, no te imaginas cómo agradecí yo esas caricias, me supieron a gloria", dice ahora emocionada.

Asimismo, aunque de eso se enteró después, una fisioterapeuta del hospital la acompañó para que no perdiera movilidad desde el 19 de marzo hasta el día del alta.

También agradece a la funeraria pontevedresa San Marcos el donativo de teléfono de última generación que le permitieron estar en contacto a través de videollamada con su familia. "Fue un detalle tremendo porque eran lavables y nosotros no podíamos pasar nuestros teléfonos dentro", señala Beatriz Arbilla.

Por fin juntos

Con el paso a la Unidad de Estancias Cortas la situación se alivió, ya que por lo menos Susana Arbilla ya podía ver a su familia a través de un cristal.

Por fin la pareja pudo juntarse el pasado lunes, porque ella ya dio negativo en la prueba del Covid-19, igual que él previamente, dotándole de anticuerpos.

Una vez que mejoró, la paciente estaba "loca por volverme a casa". Una de las razones era su marido, que sabía que se desvive por ella y también lo estaba pasando mal. Prueba de ello fue que él perdió casi 20 kilos de peso.

"La verdad es que esta fue una enfermedad muy cruel porque quieres cuidarla y no puedes", reconoce José Luis Chapela.

Para él, aunque con mucha menos gravedad, la situación tampoco fue fácil, puesto que al no tener hijos tuvo que pasar la enfermedad totalmente solo y aislado en el domicilio sin que nadie pudiera cuidarlo, sin dormir apenas.

Ahora, ambos tienen por delante una nueva etapa. "La lucha no ha acabado", advierte Susana Arbilla, que hará rehabilitación para recuperar la movilidad que ha perdido en las piernas. "Ahora soy dependiente para caminar, ducharme...", dice.

El virus le ha golpeado duro. "Ahora repito lo mismo que dicen las personas que tienen accidentes graves: a mí me dicen que me iba a pasar y no me lo creo. El coronavirus me quedaba muy lejos. No piensas que te va a tocar. Esto ha sido como volver a nacer", reconoce. Lo que ya tiene claro es que su primera salida será para ver a su madre María Luisa, de 86 años, vecina de Combarro, donde la familia es muy querida y tiene grandes amigos.

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