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De esta se sale... Con la casa como una patena

Se suceden las pequeñas obras domésticas, reparaciones, limpiezas de bodegas y trasteros... -En muchos casos por primera vez en familia

Niños y adolescentes, colaboradores imprescindibles. // Gustavo Santos

"Van pasando los días y un día te fijas: ¡Pero si esa telaraña no la he visto en mi vida! Y así es como limpias por primera vez eso en lo que nunca te habías fijado desde que compraste el piso. No sé en qué condiciones saldremos de esta, pero será con la casa como una patena". Una veterana compañera bromea al teléfono resumiendo el espíritu que anima a cientos de pontevedreses desde hace días: aprovechar el confinamiento por coronavirus y de paso hacer algún arreglillo por aquí.

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Aquí es casa, claro, qué va a ser si la mayoría lleva, como Miguel Gago y su familia, "encerrados desde el primer día en el piso". Pero también pequeños negocios como el de Dani, que no quiere contar que lleva días desmontando y limpiado los aparatos de hidromasaje de su hotel. "Aún me va a venir encima autónomos", cuenta para negarse a la fotografía mientras hace una parada en el trabajo.

En la otra punta de la ciudad Miguel, empleado de una perfumería, ha arreglado "la caja de las persianas, y encinté los azulejos del baño con una pasta blanca; tampoco tenía mucho más material porque no me acordé de comprar. Fui al súper a por comida y traje de la tienda en la que trabajo productos de limpieza, pero no pensé en esto?". En su caso todavía no cuenta con la ayuda familiar (el primer niño de la casa es todavía un bebé de 5 meses), como tampoco la tiene Javier Filgueira, vecino de la avenida de Buenos Aires.

Cierto que no la necesita, es todo un manitas que en los últimos años ha ayudado a familiares a montar cocinas, a amigos a abrir sus locales de hostelería o a restaurar muebles. "Siempre estoy haciendo algo", buena parte de las veces para otros, así que ahora puede concentrarse más en su propia casa, donde "acabo de terminar el vestidor" que le pidió Lola, su mujer, y ahora trabaja en el saneamiento "de una pared llena de moho que después voy a pintar".

Como ellos, en otros puntos de la comarca está el que aprovecha "para colgar unos cuadros", las decenas de señoras que se ven estos días en el centro subidas a escaleras sacando brillo a los cristales o, muy especialmente, los que acometen la limpieza que llevaban años postergando: del rocho, la bodega... Se abren los altillos de los armario o se lava el coche en familia.

"Es la primera vez que lo lavamos todos juntos" explicaba esta semana a FARO Fernando Castro, padre de familia numerosa y que estos días de confinamiento cuenta con la colaboración de sus niños, Pablo de 9 años, y las pequeñas Marta y Sara, de 6.

También ayuda en casa Joaquín, de 8 años. Se llama como su padre, profesional de la construcción que aprovecha el confinamiento "para arreglar la casa, cosas pendientes" en la vivienda familiar de Campelo en la que "como en todas, siempre hay cosas por hacer y por mejorar".

Esta semana trabajan en la escalera de entrada a la casa y el padre aprovecha "para enseñarle algunas cosas,", explica, "es, claro, una ayuda solo simbólica pero al menos está entretenido y no todo el día enganchado a la televisión".

Al psicólogo clínico Jacinto Casas, consultado esta semana por FARO sobre los efectos del confinamiento en la salud mental, le parecen excelentes ideas la de poner al día la casa; así como la de aprovechar para pasar un tiempo de calidad con los pequeños, transmitiendo valores como la corresponsabilidad, una perspectiva que también aplauden los educadores.

Nuestra vida, recuerda el psicólogo, "no está parada, solo estamos confinados, así que por ejemplo es una buena oportunidad para inculcar hábitos saludables a los niños". Y en el caso de los adultos, "para revisar todas las cosas que tenemos aplazadas", como ese repaso a la casa que tanto habíamos retrasado.

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