Junto con su compañera Ana Vázquez, Lucía Pereda se desplaza dos veces a la semana a A Lama para estar con los jóvenes penitenciarios, en el marco del programa Pfis.
-¿Cómo es trabajar en prisión?
-Personalmente, para mí es muy reconfortante, creo que es un trabajo necesario y también bonito, pero a la vez resulta frustrante, porque el sistema penitenciario es muy hermético y deja poco margen de maniobra. Tenemos la suerte de que contamos con equipos muy buenos dentro del centro penitenciario, como es el educador del módulo 2, y sin ellos sería imposible sacar adelante los programas.
-¿Cuál es el perfil de los reclusos de su programa?
-Son jóvenes de entre 18 y 25 años de edad que han pasado por el sistema de menores, la gran mayoría, estando institucionalizados desde muy pequeños, muy en contacto con el consumo de drogas a edades tempranas, poco apoyo familiar o nulo y con una vivencia bastante intensa en el mundo delictivo.
-¿Diría que la sociedad es consciente de la realidad que se vive en los centros penitenciarios?
-No. Es una realidad oculta, completamente invisibilizada y creo que el cine ha hecho mucho daño. Creo que la imagen que se da de los internos es muy injusta y debería ser obligatoria una visita a prisión para que la ciudadanía conociera la verdadera realidad.