En el juicio celebrado ayer en Pontevedra por este accidente también declaró uno de los trabajadores que, junto al fallecido, se tuvo que tirar desde una altura de unos nueve metros para salvar su vida en aquel incendio.

Entró en la sala de vistas ayudándose con un bastón para caminar y allí explicó las graves secuelas que padece por aquel accidente que le cambió completamente la vida. Apasionado del deporte, tenía un pequeño gimnasio en casa con distintas máquinas y era un ciclista activo incluso llegando a subir algunos de los grandes puertos de los Pirineos y los Picos de Europa. Después del accidente, señala, "vendí las máquinas" con las que hacía ejercicio y no volvió a tocar la bici. "Las lesiones que tengo me lo impiden". Pero no solo la bicicleta, "las lesiones me impiden correr o hacer deporte".

Asegura que también ha quedado muy limitado para hacer cualquier trabajo. Relató que acudió a varias entrevistas de trabajo pero asegura que "no me cogen por las lesiones que tengo" y reconoce que él también se da cuenta de sus limitaciones físicas. "Prefiero que no me llamen para las entrevistas, me siento rechazado y eso me hacen daño moral", explicó a la magistrada. Sus compañeros de trabajo reconocen que no es el mismo desde el accidente. No solo cambió físicamente sino también su carácter. "No salgo de casa", añadió, y tuvo que dejar otras de sus pasiones como era cuidar la huerta y los animales. A día de hoy, siete años después del siniestro, dice que sigue a tratamiento psiquiátrico.