Cuando los horarios laborales no casan con los escolares, las familias de se ven obligadas a recurrir a otros servicios que les permitan conciliar ambas facetas: cuidar de sus hijos sin desatender el trabajo. Más de 25.700 alumnos de Infantil y Primaria en centros públicos de Pontevedra y Vigo tienen que entrar antes al colegio, quedarse más horas a mediodía, comer en el comedor escolar o después de clases, esperar a que sus padres puedan ir a recogerlos. Estos datos corresponden con los recogidos en el último curso por el Ministerio de Educación, cifra notablemente inferior a la registrada cinco años atrás, cuando escasamente se superaban los 21.700. Cada vez son más los centros educativos que ofrecen a las familias servicios de ampliación de horario escolar o de comedor para facilitarles la conciliación, concretamente la mitad de los escolares pontevedreses de entre 3 y 16 años matriculados en el año 2018 -de un total de 52.050- fueron partícipes de estas ayudas.

Pero, ¿a qué costa? Las propias familias ponen en duda sus beneficios. Puede afectar al rendimiento de los niños, provocarles "estrés" y "menor capacidad de rendimiento". "En muchos casos también acuden a actividades extraescolares. Si a esto le sumas las aulas matinales y el comedor escolar, el niño puede pasarse hasta 12 horas diarias en el centro", lamenta Bertila Fernández, portavoz de Foanpas. Así, un niño que acude al servicio matinal a las ocho u ocho menos cuarto de la mañana y se queda a comer en el centro para acudir posteriormente a las extraescolares, puede salir del colegio pasadas las seis de la tarde. Y al llegar a casa aún tendrá que hacer los deberes.

El colectivo de madres y padres de la ciudad defiende que favorecer la conciliación requiere una "corresponsabilidad" entre las propias familias así como empresas y, por supuesto, administración. "Vemos que cada vez es una demanda y una necesidad mayor".