Diez hijos de Luis Montoya, "mi tío de Vigo y aquí los primos de Postemirón", va explicando una de las hijas a propósito de la gran familia que desde primera hora se reúne alrededor del panteón del patriarca del poblado del Vao, fallecido hace 11 años.

El del señor Luis, como le gusta a su familia que se le nombre, es una de las tumbas más sorprendentes del cementerio de San Mauro. Destaca una estatua mortuoria a la que no le falta un sombrero como el que usaba en vida el difunto, su bastón de mando o su gran anillo. Y frente a ella, decenas de centros de flores, una imagen que se repite en los panteones cercanos de los Montero, Camacho, Gabarre...

"Es lo único que se les puede dar, lo único que podemos hacer ya por ellos", explican las mujeres de la familia Salazar. Al igual que muchas otras vecinas de la comarca dedicaron esta semana largas horas a abrillantar los mármoles, limpiar los jarrones, esculturas o linternas, pero en el caso de los panteones de familias gitanas el trabajo se multiplica para dejar en perfecto estado de revista las decenas de figuritas de pavos reales, cisnes, caballos, guitarras y portarretratos con las imágenes de los fallecidos.

Estas familias pasan las jornadas de Todos los Santos y Difuntos acompañando a sus fallecidos. Lejos de sentirlos lejos, afirman que compartiendo estas horas "estamos menos solos".

Ni la lluvia que arreció en distintos momentos y que deslució parte de la limpieza y tiró algunas flores evitó que cientos de personas acudiesen a los cementerios (a la cabeza el urbano, San Mauro y el de la parroquia de Lérez) en el día con más actividad en los camposantos.

Se trata también de una de las pocas jornadas en las que se puede contemplar el interior de las criptas, descubiertas por unas horas e iluminados los interiores con velas.

Se repitió también la imagen de distintas generaciones reunidas para recordar a los antepasados. Un ejemplo es Andrés Casal, que acude a San Mauro acompañado de sus nietas de 11 y 9 años. "No conocieron a su abuela", explica, "y procuro venir al menos estos días en el año para contarles cosas de ella". Su emoción y la de tantos que ayer visitaron los cementerios nos recuerda el modo imborrable en el que nos cincela el amor.