"El cura no es el dueño de la misa, que tiene un ritual que no se puede cambiar; no se puede leer en ella lo que a uno le parezca". Así explica el párroco del Divino Salvador de Lérez, Crisanto Rial, el motivo que le llevó a tratar de impedir que una feligresa leyese una carta de despedida en el funeral de su padre.

Rial argumenta que la eucaristía es una ceremonia con un protocolo riguroso, que debe cumplir el ritual que está establecido. Añade que en ella cabe la posibilidad de que los familiares del difunto lean algún texto del Misal que les indica el cura, pero "no un discurso" ni ninguna proclama ajena a la ceremonia. "Hay que ceñirse a lo que está establecido", indica el sacerdote.

Sin "mítines"

Sin "mítines""La iglesia es un lugar para la oración, para el rezo, no para dar discursos ni mítines", explica el párroco de San Benito de Lérez. Sí es posible -argumenta Crisanto Rial-, que los familiares, o los novios en una boda, digan unas palabras de agradecimiento a los asistentes, "cinco o seis líneas, no un discurso de más de un folio", explica el párroco, motivo por el que indicó a Rocío Novegil que no podía leer en el funeral la carta que escribió para su padre. Aun así, "finalmente lo hizo", apunta el cura.

El sacerdote explica que cuando esta mujer le pidió leer un texto en el funeral, él le solicitó revisarlo antes "para ver qué podíamos hacer, para ayudarle a exponer algo que tenga cabida en la misa", argumenta.

"Pasó más de media hora y no me trajo el texto, hasta que empezó el funeral", explica. En todo caso, y viendo que el texto era tan extenso, finalmente le indicó que no podía una carta tan larga. Le señaló un párrafo del Misal que podría leer en su lugar.

Llegado el final de la ceremonia la mujer tomó el libro de misa que le dio el propio sacerdote y se dirigió a un micrófono, donde en lugar de leer lo indicado empezó a exponer su carta. Fue en ese momento cuando el cura se acercó a ella para tratar de impedir que leyese su escrito, por lo que la mujer se desplazó hasta otro micrófono del templo, con el objetivo de llevar a cabo su propósito. "Al final lo leyó, contra mi voluntad", asevera el sacerdote.

En todo caso en el momento en que la mujer leyó su "último adiós" a su padre, la misa había finalizado, por lo que si bien se expuso en el interior del templo, "que no es lugar para discursos particulares" -como reitera el sacerdote-, no se introdujo en el ritual de la eucaristía.

"La iglesia no es para eso, no es para mítines ni para exponer lo que a uno le parezca, por mucho dolor que se tenga en ese momento; las cosas íntimas se desarrollan en la intimidad", argumenta el sacerdote para explicar este incidente.

Rocío Novegil Bértola asegura que el párroco llegó a utilizar la fuerza física para arrebatarle el escrito, forcejeando con ella para tratar de quitarle el papel e incluso "dándome un manotazo" en las manos para que lo soltara, según afirma la afectada.

La denunciante explica que "mis palabras no herían a nadie, eran para mi padre" y añade que "la situación se volvió tan embarazosa que todas las personas allí congregadas levantaron su voz para defender mi deseo" y la ovacionaron. Esta feligresa pide a los responsables de la diócesis "que tomen medidas con este párroco, que está en conflicto permanente con los feligreses".