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El meollo

La Casa Consistorial

"La restauración comprometida no se vislumbra por ningún lado una década después"

Edificio de la antigua casa consistorial de Pontevedra. // G. Santos

Pronto van a cumplirse diez años del traslado del Ayuntamiento, con armas y bagajes, desde la histórica Casa Consistorial al emblemático edificio de Michelena 30, de usos múltiples a lo largo de todo el siglo pasado.

Entonces se habló de una mudanza provisional, nunca definitiva, en el horizonte de una década aproximada, para facilitar la rehabilitación integral del edificio que Alejando R. Sesmero diseñó con mimo. Y Lores aseguró el día del "trasladiño", según su expresión, que había terminado por cogerle cariño a su vetusto despacho. Tanto lo uno como lo otro, todo fue mera palabrería: el cambio de ubicación lleva camino de perpetuarse, el alcalde está encantado en su actual poltrona de la tercera planta y la restauración comprometida no se vislumbra por ningún lado una década después, que manda truco.

Una vez iniciada la rehabilitación de la Casa Consistorial cuando se efectuó el traslado, sufrió enseguida un lamentable frenazo, y adiós muy buenas. Está demostrado que a los ediles nacionalistas no se les puede dejar solos y que funcionan mejor con el contrapunto de los socialistas. Pero ahora ni tan siquiera han negado la mayor: la portavoz Anabel Gulias ha admitido que la restauración comprometida tiene que completarse, aunque no ha puesto fecha, ni tampoco ha ofrecido un compromiso para su conclusión.

Desde el inicio de la legislatura, el grupo municipal del PP está pecando de un cierto tremendismo, quizá consecuencia de su buen resultado electoral. Cualquiera sabe cuál va a ser el rendimiento a largo plazo de esa estrategia catastrofista, pero parece evidente que el rédito en el día a día va a ser ninguno. A este paso, ni agua va a darle el equipo de gobierno del BNG y el PSOE, aunque se queden con todas sus vergüenzas al aire, tal y como acaba de ocurrir con la propuesta de rehabilitación de la Casa Consistorial.

La solicitud planteada en el último pleno municipal por la portavoz popular, Pepa Pardo, está cargada de razón, aunque posiblemente errada en su argumentación: fue más a confrontar que a convencer y se puso demasiado solemne al anunciar un día triste para Pontevedra por tal negativa.

El Meollo de la cuestión está en discernir si no había otra forma de plantear y defender esa demanda, como ha hecho Pepa Pardo, que anunciando un riesgo de derrumbe, facilitó a Anabel Gulías salirse por la tangente. Si tal riesgo fuera cierto, en lugar de una moción tendría que haber presentado una denuncia en el juzgado de guardia.

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