"No me gustaría que se olviden los viejos conocimientos que tenemos los gallegos, seamos del rural o de la ciudad", señala Rafael Fontoira a propósito de "Historias de vellos", su nueva obra en la que reúne relatos inspirados en su propia infancia que reivindican la memoria, "todo lo que estamos olvidando", explica, "porque ¿cuánto dura el periodo de gestación de una vaca?"

- Lo desconozco

-Claro, porque vas a internet y ya está. Pues dura 9 meses, al igual que el de una mujer, pero eso yo lo sé desde pequeño, lo tengo aquí ( señala la cabeza) no me hace falta ir a internet. ¿Y cuánto dura la gestación de una oveja? Tres meses ¿y de un caballo o un burro? Un año ¿y los pollitos? 21 días, pero hay que ponerle a la gallina huevos impares, no sé por qué. Todo ello son conocimientos antiguos que sabemos los de mi edad y que convendría conservar sin internet.

- ¿Qué trata en "Historias de Vellos"?

-En la base de este libro está mi idea de que no se olviden las vivencias de cuando yo era pequeño, "Historias de Vellos" quiere conservarlas, mantener vivas las vivencias de ese momento en Pontevedra, de la Pontevedra de hace 65 años, porque ya voy camino de los 74. Busco reflejar cómo era Galicia en aquel momento, qué hacíamos los niños en Pontevedra, cómo era la ciudad en la que pasaba el tren silbando y echando humo negro camino de Vilagarcía, cómo eran los montes.

- ¿Cómo eran?

-Toda la parte superior de piedra, no había un solo árbol en la cima, eran penedos, piedras enormes y la arboleda estaba abajo. Lo cuento en el libro, al igual que cómo pasábamos los domingo o cuánto dinero nos daban nuestros padres para pasar la semana. A mi me daban un duro e íbamos al Carrillo de María y comprábamos chicle, íbamos al cine, a general, que nos costaba una peseta, las películas que íbamos a ver o cómo era la vida en el rural.

- ¿Cómo era la Galicia de hace 65 años?

-Nosotros los domingos íbamos con mis padres a andar por las carreteras en coche. Un día le dijimos ¡para, para el coche! Porque había una vaca blanca y negra, que era un ser extraño, le llamaban entonces vacas holandesas, porque todas nuestras vacas eran de raza rubia galega. Fíjese qué tiempos, hoy incluso esas vacas no tienen cuernos, se los anulan, como si anulasen las alas a un pajarito. Son máquinas de producir leche, dan 50 litros al día, cuando una marela da 5, imagine la diferencia, es una máquina de producir pero no es un animal, sino una animalada. Pues Galicia entonces no era así. Mire, si veíamos un eucalipto parábamos para coger las hojas para hacer vahos, porque eucaliptos había cuatro, lo que había eran ameneiros, vimbios para hacer cestos, carballos, soutos con castiñeiros, era un mundo en el que el campo olía a madera cortada. Era un mundo distinto.

- En su libro habla también de la Pontevedra de la época?

-Lo primero es que nos criábamos en la calle, yo nací aquí al lado ( la entrevista se hace en los jardines de Las Palmeras) y éste era mi sitio de juegos. Los domingos había que ir al catecismo, todos los niños de la ciudad. Y a las dos se comía, en todas las casas, y los domingos por la tarde al cine, a ver la Mula Francis, Tarzán y cosas de esas. Después del cine a andar por ahí, jugábamos al pincho o al trompo, que se jugaban en distintas épocas del año.

- Asegura que su infancia fue especial

-Fui un caso especial porque mi padre era médico, aunque de cada cien consultas el pobre cobraba una, porque eran tiempos muy duros, muy duros. Mi pobre padre era pediatra y cuántos niños llegaron muertos a la consulta. En esa época se puso de moda ir a la playa y la gente ponía los bebés al sol, y llegaban muertos a mi casa. Llamaban al timbre y le decían "aún está vivo, aún está vivo", llamaba al hospital y decía "póngale suero, o tal, que ahora voy yo". Fíjese qué escenas, así que cómo iba a cobrar a esta gente, pobre gente que iba descalza, porque nosotros vivimos la postguerra.

- Era, por ejemplo, de los pocos que veraneaba

-¿Por qué razón? Porque mi padre era pediatra y tenía contacto con todos los niños de la provincia, venían aquí en última instancia a consultar con mi padre. Hubo una enfermedad fatal que se llamaba la tosferina, de la que morían muchísimos niños, el 70%, porque en aquel momento no había ni penicilinas ni antibióticos ni nada, pero había algo muy importante, el aire puro de nuestras montañas, sin ninguna contaminación. Entonces todas las familias que podían pasaban el verano en la montaña y a mi me tocó en San Xurxo de Sacos, unos veraneos que me encantaron y por eso los describo en el libro.

- ¿Cómo era el ambiente?

-Muy especial, íbamos a las ferias de Cuspedriños, que ahora volvieron a ponerse de moda, muchas familias como los Portela, los Touriño, todos mis primos? Todos alquilaban casas por San Xurxo de Sacos, que estaba todo alquilado menos el cuartelillo de la Guardia Civil.

- Otro escenario es la playa.

-Se puso de moda y la playa de moda de Pontevedra era Chancelas, estamos hablando ya de los 60, andaba por allí con Bernardo López. Allí lo pasé muy bien, pero después me mandaron a A Toxa porque mi padre tuvo un infarto y entonces no había stents, solo aire puro, así que alquiló un chalé para descansar 3 meses el pobre de todo lo que trabajó en su vida. Y en A Toxa me aburrí muchísimo, porque aquí era un merodeador, íbamos a las fiestas de Salcedo, a las del Pino, a las verbenas, a san Cibrán, a san Benitiño, pero en A Toxa estabas en una isla encerrado con niños de mi edad que eran... Que me aburría muchísimo. Así que merodeaba, me colaba en las cocinas del Gran Hotel, por ejemplo observando las noches de baile en la terraza con unos 11 años.

- Allí no llegaba la postguerra

-No, allí en la terraza tocaba la música, era un sitio precioso. Yo conocía a los músicos, que eran desertores de la orquesta Poceiro y que tocaban las canciones de entonces, que eran preciosas: ( canta) Corazón, de melón, de melón melón melón, corazón?

- Han pasado 6 décadas ¿hemos mejorado mucho?

-Pues sí, hemos mejorado, la gente mejoró, porque yo recuerdo mucha gente descalza por la calle, mucha gente sin dinero para comprarse zapatos. Hemos mejorado en el nivel de vida, la vivienda es mejor, la sanidad es mejor, los transportes son mejores, pero se pierden otras cosas, muchos conocimientos que se pierden y que son los que quiero recuperar con este librito. De eso se trata: de no perder cosas por el camino.