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Las supervivientes de A Moureira

- Arquitectos e investigadores piden un plan especial de protección de los últimos restos del barrio marinero - Todavía se conservan las casas de la burguesía en Xan Guillerme y varias viviendas de pescadores del XVI

Casa del Campo do Boi, del XVI, a la que como muchas se accedía por un patín. // Rafa Vázquez

Bastan un par de malos alcaldes y los especuladores que nos afligen para destruir en dos décadas lo que a cientos de generaciones les costó vidas levantar. Pontevedra fue un día un gigantesco Combarro, con el barrio marinero, A Moureira (conocidas popularmente como As Moureiras, ya que se dividían en dos) lindando con el mar y el río, una ribera jalonada de casas con sus hórreos de pequeños muelles.

Aún se conservaban 17 de ellos cuando en 1835 la Reina Gobernadora concede a Pontevedra el título de ciudad. En esas fechas se contabilizan en la villa 1.215 casas de piedra solo en el perímetro intramurallas, a las que se suman decenas de pequeñas viviendas en A Moureira, un gigantesco patrimonio que no sobrevivió ni al desinterés de las administraciones consentidoras ni a los sucesivos rellenos que cambiaron la línea de costa.

Para comprender hasta qué punto se rellenó el Lérez basta pensar que la parte trasera de las casas situadas en el actual Campo do Boi (el antiguo campo de Xan Guillerme) lindaban con el río y, de hecho, contaban con accesos directos para las dornas.

Durante siglos el perfil de la ciudad estuvo coronado por la basílica de Santa María, lo último que veían los pescadores al salir al mar y lo primero que avistaban al regresar a puerto.

Se rellenó el cauce (en algunos puntos hasta más de 30 metros) y en poco más de 20 años se facilitó la construcción de una barrera de edificios de 7 plantas en el frente marítimo, un despropósito que se llevó por delante la ribera. Sobrevive una parte significativa de las casas de la burguesía asentada en Xan Guillerme, con sus soportales, y algunas joyas alrededor del antiguo solar del Teucro y el Campo do Boi.

Estas casas de planta baja se distinguen plenamente de las burguesas, "que ya tenían soportales, cornisas decoradas y hasta alfices", explica el arquitecto Rafael Fontoira, autor de varias obras sobre el antiguo barrio marinero de la ciudad. Es una de las voces que reclama un plan especial de protección que garantice la supervivencia de las últimas edificaciones que sobreviven.

"Sin el barrio de A Moureira no se explica Pontevedra y se merece esfuerzo de salvar lo poco que queda", señala a FARO el arquitecto.

Y es que históricamente las administraciones han sido cómplices de la destrucción. Si el Concello aprobó planes de urbanismo que recalificaron el barrio, Patrimonio autorizó en esta misma década el derribo del alfolí, una de las construcciones más antiguas de la ciudad, un desinterés de unos y otros que perfectamente podría llevarse por delante en los próximos años las últimas casas con patín, restos de actividades pesqueras o enlosados que comunicaban distintos socalcos de A Moureira.

Rodeadas de coches y mamotretos, la mayoría de las casas ha perdido la vista al mar que tuvo durante siglos. Ilustran estas páginas varios ejemplos del siglo XVI, el momento de máximo explendor del arrabal marinero.

Una parte conserva pequeños patines, cercas o lareiras y todas siguen reflejando con precisión el modo de vida de la burguesía de la Moureira mercadora o el trabajo de los marineros (como la de planta baja situada en Fonte da Moureira, también del XVI). "Nos queda aún un buen conjunto de casitas de ese siglo que merece la pena conservar", recuerda el arquitecto. Es uno de los que piensa que tras años de errores podríamos probar a aprender.

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