Maderas y rocas trabajadas por el Atlántico, delicadas teclas de piano, hierros y adoquines. Se abrazan, amordazan o tocan, según el caso, en la obra de Miguel Muñíz, un economista tan atípico que expone estos días en la sala Nemonon. La muestra, titulada "Entre el caos y la armonía", también presenta trabajos del artista, perito y restaurador afincado en Nueva York Miguel Saco.

- ¿Cómo es que un economista empieza un trabajo en el mundo artístico?

-Era una oportunidad tan buena, tan buena, que no podía rechazarla. Aparte de mi afición personal por el arte, yo tuve la enorme suerte, tuve mucha suerte a lo largo de los años. Y cuando fui director del Instituto de Crédito Oficial ahí tenía una capacidad muy importante de desarrollar el arte, el coleccionismo fundamentalmente. Y además ahí estuve con compañeros, como Torrente, una persona muy culta que fue director de varios museos e instituciones. Me metí en ese mundo y leí, vi, vi mucho sobre todo. Y ahora últimamente he pensado voy a hacer algo.

- No se planteó la pintura

-Me entusiasma la pintura, pero me da mucho respeto, porque incluye el color y eso es muy complicado y muy difícil. Y entonces me orienté más hacia este tipo de manifestaciones como son la escultura, y en este momento las teclas.

- ¿Cómo es que se decidió a trabajar con teclas de piano?

-Porque tenemos en casa cuatro pianos, y allá donde vamos estamos buscando pianos, si es en Nueva York o donde sea vamos buscándolos. El piano es una parte fundamental de nuestras vidas ( está casado con la pianista Rosa Torres Pardo). Y hay un problema, que no hay teclas, no hay teclas de marfil porque está prohibido el marfil, no hay teclas. Pero yo tenía un amigo que desguazaba pianos y me regaló una serie. Y empecé a combinarlas unas con otras. Hombre, pues tiene gracia estas combinaciones que se forman por el azar. Yo las mezclaba como si fuesen fichas de dominó y efectivamente resultaron, tiene mucha gracia.

- También la multiplicidad

-Puedes tener millones de combinaciones distintas y siempre a partir de los mismos materiales. Y lo segundo es que el color era siempre blanco y negro, lo cual es algo muy generoso, porque como he dicho antes el color es muy difícil, es muy difícil de alcanzar. Esto sin embargo te da oportunidad de desarrollar cosas más fantásticas sin miedo a hacer una chapuza.

- Utiliza en otras obras maderas o piedras recuperadas

-Es que también, cuando voy andando y me encuentro algunas cosas, pienso en que podrían tener algún resultado plástico interesante. Tengo por ejemplo estas peanas, que son de una madera endurecida por el agua del mar, que sabe que el agua de mar endurece, de ahí la gran dureza de las bateas, que es porque están sumergidas en el mar. Buscaba un soporte para poner encima otras cosas y un amigo me las consiguió. Es que las circunstancias de la vida te van llevando, siempre que tu tengas un deseo, que al verlo digas aquí hay algo, algo que interesa de verdad.

- Tan elaboradas las teclas y tan orgánicas las maderas y piedras

-Las teclas son una cosa muy limpia, sin embargo esto piensas que es sucio, tiene mucha gracia, una nota de autenticidad. Y es que vi que todo era tan fino ( sonríe), esas teclas tan limpias, tan blancas, tan negras, que pensé hay algo que no, no. La vida es mucho más fuerte, la cultura hace un llamamiento siempre a una mayor profundidad de la persona, así que vi unos adoquines en una playa y pensé que eran una joya. Habrá quién hubiese pensado que estoy loco, ¡un adoquín una joya! Pero para mi era un arma revolucionaria, en el mayo del 68 se levantaban los adoquines... Pensé que era un mensaje que hay que explotar.

- Ha utilizado adoquines que ya no se emplean

-Muchos de ellos ya no los hay, ya no se hacen tan grandes. Encontré los que encontré en el mar, en las playas de Beluso, de Bueu. Todavía hay muchos, porque usted sabe que en España hubo un momento en el que la cantidad de calles adoquinadas era enorme. Además al ponerles un marco de hierro y como encarcelarlos me parecía una cosa brutal en cierto modo, hasta el punto que me recuerda también a la idea que siempre he tenido de justicia y de progreso, en este caso frente a la ley mordaza. Veo a ese adoquín que quiere conquistar las calles ( sonríe), que quiere expresarse en un mundo duro, de lucha.

- Hablaba de que dentro de la cultura tiene que haber siempre un intento de desarrollarse

-Por supuesto, sí, tiene que haberlo. Y hay algo también misterioso que no somos capaces de superar. Aparte de eso, la cultura es enormemente generosa, no hay nada, nadie que no pueda hacer cultura, que no tenga una visión y piense puedo hacer esto, o qué bonito lo que quiero hacer. Pero por otra parte es muy exigente, porque no puedes engañar a nadie. Esto no engaña a nadie, le gustará o no le gustará, pero quien lo vea sabe que aquí hay algo que vale la pena, que lo ha pensado. Y me entusiasmó ese mundo y así fue ( sonríe señalando la obras) que hice toda esta historia.

- ¿Cuántos años fue responsable del ICO y cómo fue su labor en la Fundación?

-Fui durante 10 años presidente del Instituto de Crédito Oficial e hicimos la Fundación del ICO, y a través de ella pensamos, vamos a impulsar la cultura en nuestro país y empujar el coleccionismo. Me parecía que era un deber, teniendo esta oportunidad. Así que promoví una colección en el ICO sobre todo de escultura. Y el balance ha sido muy positivo, hasta el punto de que tuve la oportunidad, y la suerte. Porque yo siempre he tenido mucha suerte.

- ¿Cómo de mucha suerte?

-¡Que un artista tenga la oportunidad de crear un museo! ¡Crear un museo con las mejores obras que conoce! Bueno, es algo que no se podía, sería imperdonable que no hiciese algo.

- Es usted un privilegiado

-Totalmente. Así, que con mi gran amigo Torrente ( Aurelio Torrente Larrosa, fallecido en 2006, que fue director del Museo Español de Arte Contemporáneo) hicimos un museo, que está en Madrid, es el Museo ICO, con una colección permanente de escultura. Las firmas que hay en esa colección son lo mejor, desde Picasso a Dalí, Julio González, Tàpies, Chillida, todos los grandes artistas. Y fue así, tuve esa oportunidad y la aproveché. Mucha gente decía qué haces tu pintando, haciendo escultura y el museo. Y pienso que, bueno, que hago todo esto también como tributo a un país que tiene un fondo cultural importante.

- Otra de sus contribuciones a la cultura ha sido la dirección del Teatro Nacional

-Si, efectivamente también tuve la suerte (es que ya le digo que yo tuve mucha suerte) de que nombraron director del Teatro Real, de la ópera, en Madrid. Y ahí pues, en fin, desarrollé una labor que me parece muy interesante, en un mundo además que yo no conocía mucho pero que, bueno, tenía una afición muy amplia. Y todo esto se fue comprobando y consolidando según las oportunidades que me venían dadas. Y como yo tenía medios, porque fue la suerte que tuve.

- Suerte y medios

-Fue la suerte que tuve, claro, tener medios. La suerte venía de que si te nombran director del Teatro Real tienes a tu disposición pues eso, un teatro real. Y entonces tu por supuesto lo sometes al escrutinio de los que te rodean, porque uno no inventa las cosas y sale adelante, no. Uno no hace nada como no reciba una sanción positiva de su entorno. Y en todos estos sitios hice cosas que la gente apreciaba y agradecía, eso es fundamental, pensar bueno, pues estoy acertando. Si no por qué he cogido yo el adoquín este, que estaba tirado por el suelo y nadie lo cogía. Lo cogí porque un día alguien que es sensible y ve algo más también en el adoquín, ve desde la cultura la trascendencia de una obra, da esa sanción. Es la vida.

- Hasta el Plan Bolonia ha acuñado conceptos como el "saber útil", equiparándolo a la ganancia económica ¿A pesar de todo esto la cultura sigue valiendo la pena?

-Por supuesto. Y además hay una cosa de la que hablábamos, que es enormemente generosa. Fíjese la libertad que da. Usted ve, como me pasa a mi también, la cantidad de gente que pinta, esculpe, que hace música. Y a lo mejor son cosas que no dicen nada y que no tienen éxito, pero se hacen. El arte contemporáneo además es tan complejo que a veces alguien se permite decir que vale cualquier cosa o que esto hasta lo pinta un niño. Tiene esa libertad, abre ese campo inmenso de oportunidades, de que te puedes equivocar, pero otras veces no te equivocas. Y además es muy agradecida porque todo el mundo puede pintar algo, todo el punto. Después habrá cosas que son maravillosas y otras que no valen mucho, crees tu, pero que la gente se atreve a hacerlo. Y, sobre todo, es que la cultura es divertidísima y gracias a ella conoces siempre a gente interesante, la cultura llena la vida.