Las vacaciones de verano son un tiempo para disfrutar y olvidarse de los problemas. Con este objetivo las asociaciones Ledicia Cativa y el programa Vacaciones en Paz traen a niños de los campamentos saharauis y de ciudades afectadas por el accidente radioactivo de la central de Chernobyl durante los meses de julio y agosto. El objetivo es claro: mejorar la calidad de vida de los menores a través del clima y la alimentación que disfrutamos en España.
Cuatro familias poienses acogen durante este verano a dos menores de cada programa. El alcalde del municipio, Luciano Sobral junto a la concejala de bienestar social, Rosa Fernández, dieron ayer la bienvenida a los niños que pasaran este verano en la localidad. El ayuntamiento se mostró muy agradecido a las familias y asociaciones que hacen posibles estos programas y con los que llevan colaborando alrededor de 25 años. Además como muestra de gratitud les hizo un regalo a los pequeños.
Una experiencia que repetir
Mrabih es uno de los niños de Vacaciones en Paz y este es su segundo año con la familia de Antonio Manuel Sánchez, que ya ha acogido a tres niños distintos durante varios veranos. "Es una experiencia buenísima y todos los niños son muy buenos, se adaptan muy bien y son muy obedientes", explica. Tal es el vinculo que Mrabih, que viene de una familia de seis hermanos, después de irse el verano pasado "llamaba a casa para que la yaya tomara las pastillas". El pequeño, de 12 años, se muestra cariñoso y cuando se le pregunta qué es lo que le gusta más de aquí señala a su familia.
Para Dolores Martínez tampoco es la primera vez acogiendo, y llevan ya con Polina nueve años. Su familia se decidió a acoger porque conocieron la experiencia de otras personas que acogen y están muy contentos con la decisión. "Vamos a la playa, paseamos al perro y juega mucho con él. Además ayuda mucho en casa también", afirma. El resto del año tampoco pierden la relación y se escriben a través de las redes sociales. "El año pasado no pudo venir por problemas familiares", cuenta Dolores, "y nos echamos mucho de menos ambas". Polina, de 16 años habla ya un perfecto español y asegura que le "encanta estar aquí, hablar con la gente de aquí, que es mucho más abierta, y el calor" .