Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El meollo

La Diputación dixit Mosquera

La Diputación dixit Mosquera

Seguramente no existe ningún político que haya despotricado tanto de una Diputación y que, al mismo tiempo, haya pasado más tiempo formando parte de esa institución que tanto abomina como Cesáreo Mosquera Lorenzo. Otrora curtiéndose en la oposición y ahora disfrutando del puente de mando como segundo de a bordo, el líder por antonomasia del BNG en Pontevedra acaba de renovar sus votos como vicepresidente del organismo provincial tras veintiocho años de servicios ininterrumpidos.

Esa dicotomía singular, que él considera lo más natural del mundo, a cualquier otro mortal podría parecerle inverosímil por la procacidad que encierra su argumentación frente a tamaño sacrificio.

Don Cesáreo acaba de repetir en su toma de posesión del nuevo gobierno PSOE-BNG el mismo discurso anti diputación que en ocasiones anteriores. El despropósito no está en lo que dice; que insiste en lo mismo de siempre. La incoherencia radica en lo bien que se siente -a la vista está- formando parte importante de una institución que desea aniquilar, aunque no lo parezca, y que tanto dinerito insufla al gobierno de Lores.

Hace cuatro años, el pacto alcanzado por ambos partidos giró en torno al "adelgazamiento" de la Diputación. Pasado ese tiempo, la institución sigue igual de oronda, se mire de frente o se vea de perfil.

La supresión de las diputaciones es un asunto recurrente cuyo debate viene de muy atrás. Tan vetusto resulta su ser o no ser, que su pretendida disolución pronto cumplirá un siglo al menos en el candelero político.

Cuando Daniel de la Sota asumió la presidencia de esta Diputación en 1924 tras la caída de la Restauración, la prensa de la época no se cansó de vilipendiar a este organismo en tanto que instrumento caciquil. Sin embargo, aquella corporación fue capaz de poner en pie solo en cinco años proyectos tan beneficiosos como la Caja de Ahorros, el Museo Provincial, el Gran Hospital, la Misión Biológica, la repoblación forestal o las becas artísticas.

Tan rica herencia transmite una lección incontestable: que la Diputación en sí misma no tiene porqué ser el organismo perverso que tanto detesta Mosquera. El mal obedecería más bien a su uso y abuso en cada momento y circunstancia por parte de quien la gobierna e instrumentaliza. Ese sería otro cantar y ahí radica precisamente El Meollo de la cuestión.

Compartir el artículo

stats