A Pontevedra la han hecho grande los pontevedreses, y pocos como José Luis Fernández Sieira. Nació en Pobra do Caramiñal en 1928, cuando a la villa llegaron las noticias del naufragio del vapor en la que navegaba su padre, al que no conoció. Hijo único, se crió en Pontevedra, a donde se desplazó su madre para educar a su único vástago. Años de hambre y miseria que no impidieron que Sieira cultivase un gusto por las artes escénicas, por la música y las letras, que le cautivaron desde niño.

En la Boa Vila se embarcó en todas las asociaciones culturales, desde la Filarmónica a Amigos de Pontevedra. En esta última ejerció desde hace 40 años como maestro de ceremonias. Sus semblanzas, su peculiar y desenfadado estilo narrativo, deben quedar como ejemplo del amor sin reservas a nuestra ciudad.

Hombre tan conservador como tolerante, genial y culto, en los escritos con los que cada sábado de La Peregrina glosaba la biografía de pontevedreses ilustres, podemos sentir el latir de la capital de la provincia, desde los navegantes que hallaron gloria por los caminos del mar, hasta los literatos que esculpieron en letras de molde la historia de la Bella Helenes.

En el libro de Amigos de Pontevedra, que dentro de poco cumplirá medio siglo, están recogidas algunas de sus geniales e irreverentes semblanzas. Ninguna tan brillante como la dedicada a un anónimo pontevedrés amigo de la vida nocturna en los levíticos años del tardofranquismo. Buscaba unos preservativos, prohibidos por entonces. Un farmacéutico amigo le dice que vaya a su botica, y que si hay clientela delante de él para disimular recite antes una poesía conocida.

-"Volverán las oscuras golondrinas" dijo todo nervioso mientras unas beatas de Santa María hacían cola detrás.

-¿En bandadas de seis o de doce? respondió el farmacéutico.

Así era José Luis Fernández Sieira. Genial hasta la sepultura. En nuestra ciudad deja 7 hijos y 15 nietos para seguir su estela. Como diría Castelao: "Queda semente".