A principios de los 50 la vida de Carlos Maside está truncada. Tras la guerra civil y el expediente de depuración ha sido apartado de la plaza de profesor de Dibujo. Hace años dejó el grabado, los periódicos para los que trabajaba fueron incautados y pierde la última esperanza de firmar los grandes murales que admira en sus colegas mexicanos. En su derrota y su extrañamiento, acaricia un horizonte, Combarro, sus casas, sus marineros, sus mujeres, sus niños.. El muelle al amanecer y ese olor a mar? Todo lo que arropará en los veranos de 1952 y 1953 su renacer espiritual.

Ese momento único de madurez de Carlos Maside (Pontecesures, 1897-Santiago, 1958) fructificó en cientos de obras. "Trabaja día y noche", explica el profesor de la Universidad de Vigo Rafael Vallejo, comisario con María Esther Rodríguez Losada de la exposición Carlos Maside en Combarro, 1952. Bosquexos, debuxos e acuarelas que hoy abre sus puertas en el Museo.

Después de años de aislamiento (detesta la vida social y política de los vendedores, hostiles a la cultura) Maside disfruta en Combarro de las clases trabajadoras a las que se siente unido. Y lo hace sin descanso: a partir de las 6 de la mañana está en el muelle, donde llegaba el pescado fresco y se concentraban los marineros y las mujeres. "Le gustaban los grupos, los mercados", recuerda Rafael Vallejo, de modo que desde ese primer momento del día el artista "va siguiendo la secuencia de la vida", retratando a los hombres del mar, sus mujeres e hijos.

"Es el retrato de un pueblo relativamente pobre, emigrando o camino de ello", añaden los organizadores a propósito de un momento en el que el éxodo de los gallegos vuelve a ser masivo. Muchos de los niños retratados en la exposición saldrían años después hacia Suiza o Alemania y es en general una foto colectiva "de una época de Galicia, no se circunscribe a Combarro".

Maside no se separa de sus pinceles y por la tarde se dedica a los posados en un taller improvisado. Fruto de este torbellino creativo son óleos, acuarelas, dibujos a lápiz y a tinta...

Así, ante la mirada del espectador van pasado los paisanos con boina y pantalón ancho acodados en la barra de la taberna, arreglando las redes, pescando... O sus mujeres e hijas en la fuente, pelando patatas, cuidando a los bebes, llevando cestas o baldes, enlatando en la fábrica. ..

Entre ellas está A peixeira, la única obra de la exposición que el autor vio expuesta y que pintó en Combarro al natural. También se muestran otras maravillas como Mariñeiro o la joven mujer cuya potente mirada sigue interpelando al espectador.

No faltan las niñas, pequeñas como Gina o Anita, leyendo, calcetando. Y la arquitectura, los lugares, los espacios, el puerto...

La exposición es una oportunidad única: se exhiben por primera vez más de un centenar de trabajos que la convierten en una referencia "tanto cuantitativa como cuantitativamente", recuerda el comisario.

A mayores supone la culminación a un trabajo de registro y catalogación de la producción del artista, proceso que también incluye un amplio catálogo hasta documentar un total de 312 obras.

En paralelo, la exposición posibilita que el espectador recorra el proceso técnico de elaboración de una obra, desde los bocetos hasta el trabajo final.

Rafael Vallejo acompañó ayer en un primer recorrido por las obras al diputado provincial de Cultura, Xosé Leal, y al director del Museo, José Manuel Rey.

Éste hizo hincapié en que la muestra brinda "una oportunidad de recuperar la memoria del Combarro que fue" a través de Maside y su "mirada en cierta medida antropológica" sobre el patrimonio y, muy especialmente, sobres las gentes de su tiempo. Solía decir: Non che hai mellor paisaxe que o ser humano.