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Un siglo al servicio de una misión: la agricultura

A punto de cumplir un siglo, la Misión Biológica ha hecho de Pontevedra un referente en investigación sobre agroalimentación

Imagen captada en los años 30 de profesionales de la Misión Biológica e invitados. En el centro, Cruz Gallástegui, Bibiano Fernández Osorio Tafall y Castelao. // Archivo Misión Biológica de Galicia

En Galicia la modernización del campo se produce casi con medio siglo de retraso respecto a otras partes de España y la mecanización tampoco se desarrolló enseguida. Sin embargo, recuerda Antonio María de Ron, delegado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), "en la década de los 30, se produjo una aceleración en el proceso de modernización de la agricultura gallega. Este período marca también lo que podría definirse como el inicio de la "agricultura científica" en Galicia".

En esta evolución hay varias claves, nombres propios (Gallastegui, López Suárez Xan de Forcados etc) e institucionales, el más antiguo la Misión Biológica, con décadas de adelanto sobre su inmediato seguidor, el Instituto Padre Sarmiento, heredero en 1943 del Seminario de Estudos Galegos.

Unos años antes, en 1921, dio sus primeros pasos de la mano de su fundador y primer director, Cruz Gallastegui. La Misión Biológica nació el 1 de abril en la entonces Escuela de Veterinaria de Santiago (la actual sede del Parlamento Galicia) un centro que posteriormente se trasladaría a León, de modo que el centro de investigación pierde los laboratorios que le habían adjudicado en el edificio.

"En ese momento la Misión no pertenece al CSIC porque éste ni existe", recuerda la directora del centro científico, Elena Cartea, "sino que pertenece a Junta de Ampliación de Estudios, cuya función era extender a las provincias la labor de investigación que se venía realizando en diversos centros y laboratorios punteros de Madrid, es decir crear una misión, de ahí también nuestro nombre".

En febrero de 1927 se traslada a Pontevedra y ocupa la finca de A Tablada, en el actual barrio de Campolongo, un espacio olvidado en el centro en el que nada recuerda los meses en los que fue el primer anfitrión de la Misión. En 1928 la Diputación compra la finca de 10 hectáreas en Salcedo que había pertenecido al arzobispo Malvar y en ella Cruz Gallastegui puede aplicar los conocimientos que había aprendido en Estados Unidos en destacados laboratorios de genética.

Cruz Ángel Gallástegui Unamuno (Vergara, Guipúzkoa 1881, Pontevedra, 1960) se había formado en Limoges y la Escuela de Agricultura de Hohenheim (Alemania), donde conoció a Julio López Suárez, y después, ya en Galicia, a su hermano, el médico formado en Estados Unidos, filántropo e investigador Juan López Suárez "Xan de Forcados", que anima a Gallástegui a formarse en USA y a especializarse en genética.

En 1917 durante su estancia americana Gallástegui conoce a T. H. Morgan (futuro Premio Nobel) y a otros acreditados genetistas como E. M. East, G. Shull o D. F. Jones. El delegado del CSIC explica que "Shull había obtenido híbridos de maíz en 1907, y escribió: "con gran sorpresa por mi parte, obtengo sin excepción, plantas extraordinariamente buenas, mucho más vigorosas y productivas que la mejor de mis razas puras".

El coste de la semilla híbrida era demasiado alto y en 1917 Jones decide cruzar dos híbridos, obteniendo los exitosos híbridos dobles.

Con este bagaje científico y tras doctorarse en Harvard e Cornell, Gallastegui y Juan López Suárez "Xan de Forcados" se reúnen con Ramón y Cajal para crear la Misión Biológica. "Mi misión", escribe el fundador, "era la de concretar los problemas biológicos que se podrían abordar en relación con la mejora agrícola y ganadera de la región ?De ahí que al nuevo laboratorio se le diese el nombre de Misión Biológica de Galicia que lo ha conservado a través de sus vicisitudes".

Gallástegui establece en ese momento las prioridades de la agricultura gallega: "Cereales (maíz, centeno y trigo), leguminosas ("habichuela", judía común), tubérculos (patata), prados, vid, arboricultura frutal, horticultura, plantas industriales y plantas medicinales". Son las áreas en las que se centraron las investigaciones de la MBG, ya sea desde el mismo inicio o en fases sucesivas, en las que se incorporaron cultivos como las leguminosas y la vid.

Fue un momento histórico emocionante al que contribuyeron decenas de trabajadores, que colaboraban en el programa de investigación de la MBG. En sus parcelas se desarrollaba "una labor fundamental de investigación aplicada que dio origen a un flujo de información científica y técnica que, por lo menos en las zonas más desarrolladas del campo, encontraron una buena acogida", señala el delegado del CSIC, "por vez primera, la Ciencia y la tecnología desarrolladas en una institución gallega darían lugar a cambios relevantes en las prácticas agropecuarias".

En esos años se escriben desde Pontevedra varios hitos para la agricultura. "Se empiezan a conseguir, aplicando las técnicas que había aprendido Gallastegui en Estados Unidos, los híbridos dobles del maíz, que frente al maíz del país que existía entonces fueron un gran avance en cuanto a rendimiento y producción", explica Elena Cartea.

También se empieza a trabajar con una enfermedad que era todo un reto, la tinta del castaño, a mayores del departamento de genética animal, hoy desaparecido. Dentro de él se puso en marcha una piara experimental que experimentaba con razas puras "para estudios genéticos sobre efectos de la consanguineidad; es decir, ver qué tipo de problemas o la viabilidad de aquellos cerdos genéticamente emparentados".

En 1930, con Daniel de la Sota, Gallastegui funda el Sindicato de Productores de Semillas, que facilitaba semillas de las dos variedades híbridas de maíz obtenidas en la MBG, "Reina blanca" y "Pepita de oro". También se ponen a disposición de los agricultores patatas de siembra de las nuevas variedades introducidas.

Y es que tenía claro que a mayores de la investigación y experimentación cualquier programa agrario estaría incompleto sin la divulgación y enseñanza sobre los nuevos cultivos y otras iniciativas aún de mayor calado para el presente y el futuro del sector como el crédito agrícola o la legislación.

En los años siguientes "unas líneas desaparecen y otras se van consolidando. En esta segunda etapa es cuando se crea un nuevo edificio, que tiene mucho renombre porque lo construye Alejandro de la Sota".

Será, tras el pazo construido por Arzobispo Malvar en el siglo XVIII, la segunda sede de la Misión Biológica en su finca, un espacio singular destinado a laboratorios "que según los arquitectos reúne todas las modernidades arquitectónicas de la época", añade la directora.

A lo largo de estas décadas continúa el departamento de genética animal y en el campo de los vegetales "se crea la sección de química agrícola, fisiología vegetal y en el campo de la genética de maíz se recogen variedades locales".

Esa recogida se lleva a cabo ya en los setenta. También en la segunda mitad del XX "se hacen programas de selección y desarrollo de nuevos materiales adaptados y con mejores condiciones. En parte de genética animal hay un avance y unos estudios bastantes amplios de la piara, que llevaba ya 20 o casi 30 años de existencia. Y también se empieza a trabajar en bioquímica de la vid".

Unos grupos continúan y otros han ido integrándose en otros departamentos. Hoy son 7 y entre ellos sigue vivo el fundacional dedicado a genética y mejora del maíz, "se ha modernizado en todas las líneas de investigación y en el desarrollo de nuevos objetivos, pero la filosofía inicial del grupo de trabajar en estos cultivos sigue".

En los años 80 se creó "un grupo que trabaja en leguminosas. En 2000 otro que trabaja en viticultura y en todo lo que son coles o brásicas y en 2008 empieza un grupo también importante en genética y ecología forestal".

Las más recientes décadas han sido testigos de "un avance importantísimo y que compartimos varios grupos", se felicita la directora al referirse a los valiosos bancos de germoplasma. En ellos se conservan colecciones de variedades locales de maíz, judías, guisantes, coles, grelos, nabicol, semillas "que si no se hubiesen en ese momento recolectado y recuperado desde los centros de investigación directamente con los agricultores se habrían perdido a día de hoy".

Es un patrimonio natural maravilloso por su valor biológico pero además indispensable. Y es que esas variedades son la materia prima con la que trabajan los científicos para mejorar el maíz, las judías, berzas, guisantes, grelos, nabicol etc que comemos.

"Son las variedades base con las que nosotros hacemos todos los programas de desarrollo, los programas de mejora a largo plazo para obtener materiales con mejor adaptación, resistencia o más calidad".

Y si el Sindicato de Semillas fue el primer paso de Gallastegui para que la MBG asumiese su función social, la divulgación, hoy esa necesaria transferencia de conocimientos se hace directamente desde el centro de investigación.

"Por supuesto todos estos materiales se ponen a disposición de cooperativas, empresas, centros de investigación, a otros grupos que también los quieren evaluar", resume la directora, que señala entre los mejores ejemplos a los clones de vid "de la variedad albariño y de vides asturianas. Y también se han hecho avances importantes en lo que ahora está tan de moda y se denomina sostenibilidad de la agricultura. Son materiales interesantes porque somos capaces de mantenerlos con pocos insumos, es decir pocos requisitos de abonado y sobre todo sin el uso de fitosanitarios. Eso implica que tenemos que descubrir fuentes de resistencia a diferentes enfermedades y plagas que atacan al maíz, los grelos, los repollos, las judías..."

Con este horizonte, en los últimos años todos los grupos de la MBG han hecho un esfuerzo importante para investigar diferentes cultivos y buscar formas de hacerlos más resistentes, todo ello siempre con la mirada puesta en los nuevos gustos del sector.

Y es que los científicos trabajan con plantas cultivadas "cuyo fin último es la producción de alimentos", de ahí que el centro tenga en cuenta la demanda de las empresas y del consumidor. Atendiendo a ambas variables se han desarrollado "nuevas variedades para la industria alimentaria de hortalizas. ... Se ha buscado trasladar al sector las técnicas de procesado más adecuadas para conservar al máximo las propiedades beneficiosas de los cultivos".

Las variedades desarrolladas cuentan de hecho con un registro y grupos de investigación del centro han colaborado con las administraciones para mejorar o conseguir indicaciones geográficas protegidas en cultivos como el grelo o la faba de Lourenzá.

La transferencia también incluye asesoramiento a empresas en los cultivos, y en general una ingente labor de divulgación a la que la Misión Biológica quiere dar un nuevo enfoque en su cumpleaños. Coincidiendo con su centenario, se propone acercar a la ciudadanía un centro que "es increíble, pero estamos tan cerca de la ciudad y a la vez tan lejos. En los últimos años hemos hecho un esfuerzo por acercar los ciudadanos nuestra labor, darla a conocer a los escolares, participando en un montón de actos ... Logramos ser un poquito más conocidos pero nos queda mucho".

Así, el centenario será una oportunidad "que tenemos que aprovechar para hacer ver que somos un organismo público de investigación, uno de los más importantes no solo en España sino que a nivel internacional el CSIC ocupa un lugar destacado por la calidad de las investigaciones que ser realiza. Es otro sello más de calidad que tiene la ciudad y que la gente no conoce".

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