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Rafael Úbeda: "El arte está en un momento catastrófico... Nosotros, que tuvimos la mejor pintura del mundo"

El artista internacional y profesor, hijo de un telegrafista y una maestra, repasa una vida dedicada a la creación

Rafael Úbeda: "El arte está en un momento catastrófico... Nosotros, que tuvimos la mejor pintura del mundo"

"Yo soy de Pontevedra", presenta Rafael Úbeda al niño que fue hace ocho décadas, "hijo de un telegrafista y una maestra de escuela, en los años de la postguerra. Conocí a mi padre cuando tenía yo 6 años, mi padre estaba destinado en Teruel y mi madre aquí, una maestra de las aldeas. Hemos pasado el hambre de las maestras ( sonríe). Por lo demás la España represaliada, ya puede imaginarse".

- ¿Recuerda sus primeras inclinaciones artísticas?

-Me gustaba la música y la pintura sin saber por qué. Una vez por Reyes, ya tenía 7 u 8 años, porque ya había venido mi padre y ya teníamos reyes. Somos 3 hermanos y nos regalaron una pizarra, creo que era grande pero como yo era pequeño... Para los tres. La rayamos toda y una vez totalmente rayada vi en ella una cabeza y con un pizarrín la calqué y la hice. Entonces mi padre vio esa cabeza y preguntó quién hizo eso, mis hermanos dijeron que yo ( risas) y me dijo está muy bien ¿cómo has hecho?...Mi padre tenía algunos amigos en Pontevedra, y uno de ellos era el aparejador Agustín Portela, padre del arquitecto César Portela, eran amigos y le enseñó mis dibujos, Agustín dijo que tenía condiciones y no solamente, sino que me llevó a trabajar con él. Tendría yo unos 9 o 10 años.

- ¿Qué trabajos hacía con esa edad?

-Con 9 o 10 años hacíamos carteleras esas de las carreteras, el toro, deposite sus economías en la Caja Provincial de Pontevedra, carteles en las carreteras que tenían 7 metros. Hoy se hace todo informáticamente, claro, pero entonces había que hacerlo a mano. Y, bueno, yo hacía eso con esa edad. También hemos hecho murales en el Carabela, en el Casino, en varios sitios, que le encargaban a él y yo era el negro ( risas).

- Tuvo una intensa formación académica.

-Empecé el Bachillerato aquí porque mi padre quería que lo hiciera, tuve que abandonarlo porque mi padre no tenía dinero para comprar libros y todas esas cosas. Y entonces yo hacía carteles, carteles de los cines, de los escaparates, y ese dinerito lo entregaba en casa pero siempre me quedaba con un dinerito yo. Hice un peto y con él me pagué los estudios, me hice Bachiller y me pagué la carrera, porque mis padres no podían.

- ¿Cómo fue el traslado al Madrid del hambre?

-En un camión de pescado que salió de Vigo. Todos mis viajes a Madrid después también fueron en un camión de pescado. Eran 16 horas, no había autovías, horroroso. El chófer aún vive, se llama Paco Barbeitos, y tiene allí en Santa Margarita una casa de cristalería muy importante, y él me decía "Rafaeliño, no te preocupes que yo te voy a presentar a un sereno en Madrid", porque yo no conocía en Madrid a nadie, y llevaba 300 pesetas nada más. A mi me llevaba con la condición de que yo cantara (risas) y tocara la mandolina, porque no tenían radio, yo era la radio.

- ( Relata una azarosa llegada, con robo de pescado incluido, a la que sigue un encuentro fortuito ) De nuevo se encontraría a Agustín Portela...

-En la Ribera de Curtidores, cerca de la estatua de Cascorro, me encontré con Agustín Portela, le expliqué que buscaba una pensión barata. Me invitó a su pensión (él estaba en una pensión elegante), me invitó a desayunar y llamó aun pintor de O Grove. Vino enseguida y salimos juntos, encontramos una pensión muy muy barata, desayunar, comer y dormir todo por 20 pesetas. Era una porquería, claro, además éramos cuatro personas en la habitación, las camas estaban pegadas y yo estaba en la esquina, tenía que pasar por encima de los otros... Horroroso.

- ¿Cómo preparó el acceso?

-No era como ahora, nos presentábamos cientos de personas, entre ellos iba un pintor muy famoso de Marín que hoy tiene un museo, Manuel Torres también se presentó a ese ingreso.

- Le pregunto porque el ingreso era muy difícil.

-Dificilísimo, tenían que ingresar 30 personas y presentaban 2.700, para solo 30 ingresos. E iban cayendo, 200 caían, y yo temblando, cada día nos enterábamos de uno que caía. Todos los becarios de la provincia fueron cayendo, y yo decía cualquier día caigo yo. ¡Y cayó Torres! Él cantaba "negra sombra, negra sombra" y yo le decía Don Manuel, no cante así que no nos va a llegar el tiempo. Y él "si, esto fagoo eu nunha semana". Nos habían dado 15 días, y cuando estábamos en el número 13, había un silencio sepulcral y no terminábamos ninguno, así que el tribunal optó por ampliarlo una semana más. Y él "tiñas razón, esto non se fai"... Total cae Torres, y, bueno al final aprobé. Y puse un telegrama a mis padres, como no pagaba telégrafos, porque era hijo de telegrafista ( sonríe), muy largo, muy largo.

- Trabajó inicialmente en el Rastro ¿cómo le fue en esa época?

-Había pintado carteles aquí, trabajaba para los Fraga, que aquí tenían tres cines, pero al irme al principio trabajé en el Rastro, casi un año entero. Y me fue muy mal, no tenía dinero, solo lo justo para comer un plato de judías o de lentejas, que si no no me llegaba. No podía coger ni metro ni tranvía ni nada, andando siempre, y dormía en el taller.

- ¿Cómo consiguió convencer a Isaac Fraga de que usted era un buen escenógrafo?

-Una amiga me contó que iban a estrenar una comedia de Mihura muy graciosa, me ofrecí a Don Isaac y me dijo que la había hecho un escenógrafo importante, un alemán, pero mi amiga, que era la novia de otro amigo, el escultor de Lugo Otero Besteiro, me animó a hacer la escenografía, me prestó dinero para el material y me fui a una casa a hacerla. La hice en una semana, trabajando día y noche, llevamos a rastras los petates, insistí en que la viera, nada más, don Isaac, que la mandó colocar en un escenario y preguntó ¿quién la hizo? Yo ¿Pero cuándo? Esta semana... Y entonces me dieron trabajo, de ayudante, y así aguanté hasta que conseguir que me prestasen el camerino de un teatro, el Infanta Beatriz, y cuando lo conseguí metí un catre ( sonríe) que le faltaba una pata, que lo encontré tirado. Y así empecé.

- ¿Cuánto tiempo vivió en el camerino?

-Viví en el camerino número 17, durante 7 años, todos los de carrera.

- ¿Regresó a Pontevedra al concluir la carrera?

-No, las clases las dábamos en el museo del Prado y para mi los dioses eran Zurbarán, Velázquez y Goya, pero yo, claro, habíamos estudiado otras cosas, el expresionismo y otras cosas, y yo quería ver todo eso, así que me fui haciendo autoestop hasta los Países Bajos. Malamente he vivido allí, pude conocer la colección de Tony Herbert y cuando vi aquello me encontré como en casa, como si fuese mi familia. Yo pintaba grises, era muy gris, como gallego pintaba muy gris y empecé a ser más colorista. Como soy hijo de andaluz y gallega me fui a casa de unos tíos en Granada para poder pintar los contrastes, empecé a trabajar sobre los contrastes, que aquí no había, y eso me ayudó muchísimo, y empecé a cambiar la paleta, cada vez más.

- La crítica lo sitúa en un expresionismo postcubista ¿le resulta fácil definirse?

-Dificilísimo, yo no sé lo que soy, eso lo dice la crítica.

- Su obra atraviesa todos los estilos del siglo XX ¿me equivoco?

-Para nada, me interesaba estudiar el postcubismo, necesitaba ver qué evolución llevaba. Pero yo ya era expresionista, sentía a los expresionistas alemanes, los belgas... Claro, es que son tantos, y necesitaba... No se, me quedé allí, a Holanda fui muchas veces, muchísimas, siempre tuve amigos y llegué a tener una tía que me llevó para su casa. Estuve con ella durante cuatro años en periodos y he llegado a hablar holandés, conocí todos sus museos gracias a esa tía que me ayudó muchísimo.

- ¿Cómo ingresó en el grupo Zebra e inició sus exposiciones por Europa?

-En Amsterdam, viendo una exposición de grabado, le iba explicando a esa tía mía en francés "esto es una aguatinta", cuando oigo en la trastienda "no es una aguatinta, es un aguafuerte". Me acerco y me explicó que era el autor, y supe que era el presidente del grupo Zebra, el importantísimo grupo de artistas grabadores donde estaba Miró y... Bueno, me integraron como único español, salvo Miró que iba esporádicamente, y expusimos por todo Centroeuropa.

- Ahí empezó con el grabado

-Ya había estudiado en Madrid pero sí, ahí me metí con el grabado, que te da unas calidades para mi fabulosas. Me enriqueció mucho, aún ahora lo sigo haciendo, en la pintura meto mucho grabado, mucho collatge.

- ¿Está su pintura muy cocinada?

-Mucho, mucha cocina. Es que me interesa todo, veo que alguno utiliza polvo de mármol y pienso voy a meter yo a ver qué pasa, con tierra, con serrín, todo mezclado, el collatge, pero no para copiar, sino para aprender. He estudiado muchísimo, porque me gusta, no es ningún sacrificio ( sonríe) y estudio mucho todas tendencias.

- No corren buenos tiempos para la cultura.

-No, fatal. Bueno, económicamente me cuesta dinero pintar, tengo que hacer un sacrificio grande. Pero en realidad es lo que más me gusta. Estoy feliz en el taller, vivo en el taller ( risas) y, bueno, qué quiere que le diga, estoy feliz. Solo que de vez en cuando tengo que comprar colores, tengo que comprar pigmentos, cosas... Pero casi no se vende, yo alguna cosa, recientemente algo importante, gracias a Madrid o Barcelona.

- Si en general no son buenos tiempos imagino que en Galicia tampoco.

-No, habría que prostituirse para vender ( risas). Nuestros políticos no fomentan la cultura en general, yo acabo de exponer en Portugal y estoy encantado... Hasta con el trato de la gente, que te pregunta, hay un ambiente cultural que a mi me interesa mucho y aquí no lo hay.

- ¿Lo hubo alguna vez?

-Si, cuando yo era estudiante en Madrid si que había, había 250 galerías por cada 4 o 5 que hay ahora. Es una pena.

- ¿Le gusta el arte que se está haciendo?

-( risas) El arte que se hace está, es... Está en un momento catastrófico. Nosotros que tuvimos la mejor pintura del mundo, maravillosa. Tuve la suerte de tener profesores fantásticos en Madrid, uno de ellos don Enrique Lafuente Ferrari, que era un gran historiador, y nos daba las clases en El Prado. Menos tocar los cuadros podíamos hacer todo, vivíamos allí muchas horas a la semana. Después dibujábamos en el Círculo de Bellas Artes, además de en la carrera, que era un dibujo académico casi fotográfico, una cosa dificilísima. ¿Y por qué ahora no hay esa exigencia académica? Ahora ha cambiado todo porque desde que nació Arco, esa feria que hacen en Madrid y que empezó muy bien, yo participé dos veces, pues después empezó a ir cuesta abajo. Nos hemos dedicado a copiar a los americanos, a hacer un cepillo de dientes de 30 metros y cosas así. Hemos despreciado el dibujo, diciendo que no es necesario, que lo único que necesita uno es expresarse como sea. Sirve todo, surgieron galerías de este tipo... Y así seguimos.

- Ha sido profesor en varios centros de Bellas Artes.

-Si, he sido profesor de Bellas Artes en Barcelona, cuando todavía estaba bien. También en Madrid, en Tenerife y terminé aquí, dando clases en la Universidad de Vigo.

- ¿Qué balance hace de su experiencia en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra?

-Fatal, fui la oveja negra de Bellas Artes, lo pasé fatal. Tanto es así que cuando acabé me querían dar una medalla y una comida y yo les dijo la medalla la fundís y se la dais a los pobres y la comida no iré porque estoy mal del estómago. No volví por allí nunca más.

- ¿Por qué?

-Luché muchísimo para que viniese aquí Bellas Artes, escribía en FARO páginas enteras pidiendo una escuela de Bellas Artes, porque aquí hay mucho artista, mucha gente con mucha sensibilidad y se pueden hacer muchas cosas. Aquí hay en general mucha gente con sentido cultural y por fin se consiguió? Me nombraron asesor del rector y proyecté una facultad para Vigo o Coruña, por densidad de población, pero Pontevedra no, es bonita pero no creía que fuese para aquí.

- ¿Qué sedes se plantearon?

-La primera en Pontevedra el edificio de Hacienda pero dije que no, que íbamos a destrozarlo porque necesitábamos grandes lucernarios, cloruro de hierro para el grabado etc, o ácido nítrico. Creía que era mejor a las afueras, incluso diseñé un autobús rojo para un país gris. Estaba enamorado de todo aquello, era mi proyecto, y hasta me dieron un premio. Vamos, en resumen, que viene Bellas Artes porque Paco Vázquez no la quería para Coruña, un error porque bien proyectada atraería a estudiantes de toda Europa... Y yo fui notando, no quiero cansarle pero esto es historia, a mi me llamó el rector y me dijo "esto es un puro que me metieron de Santiago y tiene que ser este señor el decano comisario". Y me encarga que vaya a Madrid y me entere de quién es.

- ¿Quién era?

-Ahora se lo digo ( sonríe). Yo, claro, tengo muchos amigos en Madrid... Pregunté por Juan Fernando de la Iglesia, que era el que me habían mandado a espiar, esto es historia, y pedí a una alumna que se enterase... Lo llamé por teléfono, quedamos pero me dio plantón ( el entrevistado relata con profusión fechas, nombres. lugares y acontecimientos)... Y mis amigos artistas y la gente de la cultura, personas muy allegados él, lo consideraban un elemento, sobrino de Álvaro de la Iglesia, el director de La Codorniz, una revista cómica muy buena, y los que lo conocían de pequeño me explicaron que no tenía cualidades. Un día De la Iglesia pidió a un amigo el favor de que lo metiesen en la facultad, mi amigo protestó porque no era doctor ni sabía nada... Así que se hizo doctor en estética y lo enchufaron. Toledo, el jefe del departamento, un gran escultor, yo lo conocí en Roma, me lo corroboró: "mira, era tan nulidad que estuvo 12 años conmigo pero no dio clase jamás, me llevaba la cartera y abría el aula, es lo que hacía ¿y ese es el que vais a tener de decano? Os compadezco".

- Y así empezó...

-Lo malo que todo fue que viene Juan Fernando con su equipo, con este profesor, este otro, y no cuentan conmigo. El rector les dice que yo soy doctor y ellos no, y él dice "bueno, si, pero van e estudiar y a hacer", pero no son doctores, no pueden ser profesores, cuando yo defendí mi tesis en 1986.

- Hemos hablado de decenas de temas que no saldrán publicados, como Kandinsky o la música, su otra gran pasión, a mayores de su periplo vital o docente... ¿Por qué merece la pena el arte?

-El arte es divino y la pintura es divina. Lo malo es lo que se está haciendo, lo que se hizo en Bellas Artes, eso de decir como me pasó a mi que un pintor como Velázquez es un artesano, como me dijeron a mi, pues lo hice constar en el acta, "vulgar artesano". Me fui porque no pierdo ni un minuto más en esa tertulia. Y jamás volví a una junta de facultad. Y claro, se echaron encima de mi, porque se empeñan en que el dibujo murió, y ahora lo que hace falta es un conceptualismo.

- ¿Y usted qué respondió?

-Qué el conceptualismo en 1917, en Nueva York, sucedió y en 1918 murió. Les digo no inventéis el sifón, inventad otra cosa. Y lo que me parece con el arte de ahora es eso, que están inventando el sifón. ¿Pero del resto? El arte es divino, sublime.

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