"Es un barrio y una parroquia muy viva, muy colaboradora", señala Casimiro Fernández, párroco de San José de Campolongo desde hace dos años, un corto periodo que ha sido suficiente "para que se hagan obras de mejora", se congratula, "además hay regularmente actividades de apostolado, de caridad, cursos..."

La parroquia mantiene así el espíritu de colaboración con el que arrancaron las obras de la iglesia hace 40 años, una efemérides (cuatro décadas de aquella primera piedra en el entonces barrio emergente de la ciudad) que ayer conmemoró en Pontevedra el arzobispo, Julián Barrio. El templo se puso en marcha "gracias a la gran cooperación por parte de todos los vecinos, que fueron realizando donaciones o algunos de ellos aportaciones periódicas", destaca el sacerdote.

Esta generosa colaboración permitió construir una iglesia grande, con espacio para 700 fieles sentados, y un primer retablo, al que se añadieron posteriormente otros dos. En total, supuso una inversión que rondó los 50 de los antiguos millones.

Los trabajos de construcción se prolongaron varios años y con la consagración del templo, un oficio solemne que encabezó el entonces arzobispo Rouco Varela, se daba un paso decisivo para una parroquia con unos inicios precarios. Estos oficios de los primeros años tuvieron lugar "primero en un gimnasio y después en un bungaló prestado donde están ahora las oficinas de Estadística", señala el párroco.

El sacerdote supervisa la actividad pastoral en una parroquia que se estima que tiene "entre 15.000 y 18.000 personas, incluye el barrio de Campolongo y algunas calles como parte de Rosalía de Castro o Eduardo Pondal". Es una población "en la mediana edad, ya pasó el boom de nacimientos, pero continúa siendo gente joven", de modo que cada año Casimiro Fernández oficia "entre 60 y 70 bautizos".

La iglesia parroquial se engalanó ayer para la celebración religiosa, que llenó de fieles el templo y a la que siguió la procesión con la imagen de San José en el "día grande" de las fiestas de Campolongo.

Fue por lo demás una jornada eminentemente familiar en la que los protagonistas fueron los padres y abuelos de la casa, máxime los muchos que se llaman José. En el Día del Padre, recibieron regalos y protagonizaron los numerosos almuerzos que tuvieron lugar en la carpa instalada en Campolongo y en los establecimientos de hostelería, buena parte de los cuales vivió una intensa jornada con un aluvión reservas.

Si durante los últimos días en las fiestas de San José triunfaron las opciones exóticas que propusieron algunas foodtrucks aparcadas en el barrio, como los menús a base de cocina japonesa, en el día de San José la protagonista fue la gastronomía gallega y cientos de comensales se apuntaron al almuerzo tradicional a base de lacón con grelos y churrasco.

Otras propuestas del programa fueron una foliada, una exhibición de taekwondo, el torneo de petanca Memorial Fernando Viéitez y una chocolatada popular, una dulce despedida para las que son las últimas fiestas de barrio de la ciudad.