El prestigioso psicólogo Javier Urra Portillo viajará a Galicia esta semana para ofrecer sendas conferencias, el viernes en Sanxenxo y el sábado en Lalín.

-¿El título de la conferencia "Del niño consentido al adolescente agresivo" define sus charlas?

-El tema es muy sencillo. Yo tengo un equipo de 110 profesionales entre educadores, trabajadores sociales, psicólogos y psiquiatras que trabajamos con hijos que agreden a sus padres verbalmente, emocionalmente o incluso físicamente. Ahora mismo te estoy hablando desde la sede madrileña, pero también tenemos una residencia a 70 kilómetros donde los chicos están con nosotros aproximadamente un año a diario, y por eso el equipo es tan grande. Hemos descubierto desde hace tiempo que la sobreprotección, decir que sí a todo lo que diga el hijo, no educarle en ponerse en el lugar del otro, no hacer que entienda lo que es el afecto, el perdón o la compasión, hace que se conviertan en pequeños dictadores. Ese pequeño dictador se acostumbra a que todo el mundo gire a su alrededor y a veces acontece que lo que es un juguete se convierte en una lucha por el tema de los horarios o por el tema de los consumos o por el tema de no me da la gana de ir al colegio. Al final, cuando el chico tiene unos 15 años la lucha ha ido a más y es cuando los padres se ven absolutamente desbordados por la situación.

-¿Esta situación es reciente o es algo que ha pasado siempre y ahora es cuando lo afrontamos?

-Es una cuestión muy actual porque, entre otras cosas, ahora los niños tienen que ir al colegio hasta los 16 años y antes no. Segundo porque antes se tenían muchos hijos, y ahora se tienen muy pocos, los padres suelen ser mayores, y hay una sociedad que tiene un sentimiento malo de que le dedica poco tiempo a los hijos. Sobre todo hay como una moda de darle todo a los hijos y que sean muy felices. Eso es no enfrentarlos con la realidad, y de ahí parte la conferencia. La conferencia es que los niños tienen que ir con 7 años a los campamentos, de que los niños tienen que visitar a la abuela que tiene alzhéimer, y el tema no es si les gusta o no porque la respuesta es siempre sí. También de que deben ir a los hospitales a visitar a niños enfermos, es decir que los niños tienen todos los derechos que supone también ser responsables de sus propios actos. Sin embargo, sobreprotegerles, meterles en una urna de cristal, es estúpido porque además cuando tengan 18 o 20 años ni va a ser fácil que encuentren un puesto de trabajo, ni tampoco que accedan a un hogar, ni que mantengan su relación con la pareja y demás. A los niños hay educarlos en el cariño, en el afecto, en el juego, en la naturaleza, pero también en la voluntad, en el esfuerzo y en el ponerse en el lugar del otro.

-Todo eso suena muy bien, pero ¿dónde aprendes a enseñar a tus hijos para que todo salga bien?

-Yo he escrito 51 libros, por eso a mi no me sirve cuando me dicen los padres eso de que los hijos no vienen con un libro del brazo. No digo que todos mis libros sean de ese tema, pero "El pequeño dictador" vendió 300.000 ejemplares. Una persona cuando va a comprarse un coche o una lavadora se lee el manual, por lo tanto no hay ningún problema en que la gente que piensa que puede ser padre o abuelo se coja un buen libro, se lo lea, lo debata con su pareja y luego cada uno hará lo que considere oportuno, pero con criterios psicológicos, evolutivos, etcétera. Por lo tanto, sí hay libros, sí hay verdaderos profesionales, y sí hay gente que estudiamos e investigamos.

-¿Considera que ahora es más difícil educar a un hijo que, por ejemplo, hace 15 o 20 años?

-En lo que es la educación formal, valores y virtudes sí. Pero, por ejemplo, hoy es muy difícil que un hijo se te muera salvo que sea por un accidente. Sin embargo, antes se moría uno de cada cuatro. Por lo tanto, son circunstancias distintas porque los padres de antes eran profundamente austeros y trabajaban de sol a sol. Es un poco de mundo Disney, un mundo de parque temático y de una familia que tiene que ser muy democrática. La familia no es una institución democrática en absoluto. Es una institución que tiene unos adultos y unos hijos menores. En consecuencia, los adultos son los que tienen que marcar los criterios de vacunación, de que te vamos a dar judías verdes aunque no te gusten, y de que vamos a hacer las cosas escuchándote, dándote participación, pero la decisión última no es necesariamente consensuada, ni tampoco asamblearia. Ni mucho menos.