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Lourdes Díaz: "No se puede concebir una residencia de mayores como un aparcamiento de viejos"

"Hay que romper con la idea de que la vejez es una enfermedad y potenciar el envejecimiento activo", asegura

Lourdes Díaz Sánchez. // FdV

Pontevedra acoge desde hoy, y durante tres días, el II Congreso Jurídico sobre los derechos de las personas con discapacidad y dependencia, organizado por Juristas Inclusiv@s y Xuristas Galeg@s pola Inclusión. Lourdes Díaz, mujer con discapacidad y presidenta de la Asociación Tiresias, intervendrá esta tarde con la charla "Mujeres mayores en Galicia: de la soledad al abandono institucional".

-Va a hablar de las mujeres que viven solas y de su abandono institucional...

-La situación de la soledad y el abandono institucional es una realidad que está ahí, invisibilizada. Pero mi mayor problema fue que cuando comencé a profundizar sobre esta situación no me resultó nada fácil encontrar información sobre la mujer mayor, y mucho menos en Galicia. Lo que yo pretendo es que entre todos hagamos una reflexión en voz alta y abramos un debate para llegar a un compromiso e intentar visibilizar esta realidad. A nivel de estadísticas e información numérica, sí hay, pero es imposible saber cuál es la situación real de la mujer mayor, saber cómo se desarrolla su cotidianeidad y cuál es el papel social que tiene otorgado.

-¿Son muchas las mujeres que viven solas en Galicia?

-Cada vez la ciudadanía está más envejecida. El diez por ciento de los hogares están formados por personas mayores que viven solas, de las cuales la mayoría son mujeres. En el año 2060 habrá cuatro de cada diez personas mayores de 65 años. A la hora de envejecer, la mujer tiende más a vivir sola. Está más acostumbrada a realizar las labores y no les condiciona. Hay muchos más hogares monoparentales de mujeres mayores. Ellos, a medida que se hacen mayores tienden a vivir en familia, con hijos. Las mujeres tenemos una calidad de vida peor pero somos más longevas.

-¿Empeora la situación en el entorno urbano?

-En el rural viven más unidas al vecindario, algo que se ha perdido en las ciudades. Cada vez las personas vivimos más solas y las mujeres también.

-Se habla mucho del empoderamiento de la mujer. ¿Estas mujeres también lo han estado en algún momento de sus vidas?

-Estamos empoderando a las mujeres a partir de ahora: la capacidad de la mujer de poder escoger su profesión, de ser autónoma... Aún nos cuesta un montón un poder estar, más aún a esas mujeres de 70 años para arriba. En su caso, potenciar el envejecimiento activo es fundamental. Es uno de los grandes retos a los que se enfrenta el estado de bienestar. Proteger los derechos de la población mayor y, concretamente, de las mujeres, es fundamental. Yo estoy convencida de que el Estado tiene que contemplar la soledad como un asunto de salud pública. Si se prevé la soledad, todo lo que se gaste en ello es un capital que a lo largo del tiempo revertirá en nuestra sociedad.

-¿De qué manera se debe afrontar esta soledad?

-Lo primero que hay que hacer es romper con la idea de que la vejez es una enfermedad. Eso lo que te lleva es al hecho de no considerar a los mayores a la hora de poder estar, de formarse, de participar... Eso solo se consigue potenciando el envejecimiento activo. Para ello está la salud mental, física y social de las personas mayores, para que desarrollen un potencial de acuerdo con sus necesidades. Cuando no se potencian las capacidades de las personas, a esas personas las discapacitadas. Con los mayores pasa igual. Una persona mayor no está discapactida para aportar cosas a la sociedad. Otra de las cuestiones que hay que tratar es la mezcla entre la gente joven y la mayor. Es muy importante que los jóvenes entiendan que los mayores tienen mucho que aportar. Hay que evitar la exclusión.

-Otro de los problemas para la sociedad envejecida es la falta de plazas en las residencias de mayores.

-Ese es otro problema del estado de bienestar. Esta es otra cuestión que hay que poner encima de la mesa: el derecho a vivir como tú quieras vivir. Las residencias como tal no están hechas para poder vivir en libertad ni plenitud. Están pensadas para las personas que son dependientes, son hospitales, al fin y al cabo. Ahora surge la idea de las viviendas participativas, pero si no hay ayudas, ese tipo de vida solo la pueden llevar las personas con capacidad económica para poder hacerlo. A las residencias optan más los hombres, mientras que las mujeres aguantan en casa mientras puedan. Lo que no se puede es concebir una residencia de mayores como un aparcamiento de viejos. No es una guardería, hay que potenciar que las personas sean activas y tengan la posibilidad de comunicarse. Si las sacas de su entorno, de su colectividad, pasamos a lo que decía antes: la exclusión.

-Muchas de esas responsabilidades u obligaciones de las instituciones las terminan asumiendo asociaciones y ONG.

-Sí. Eso está pasando no solo con la vez. Por desgracia, vivimos un momento en el que se está echando mano del voluntariado para funciones que debería cubrir el Estado y dar cobertura a las necesidades mínimas de la persona.

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