El acondicionamiento de la planta alta de la Plaza de Abastos para acoger un mercado gourmet ha llegado a su fin de la peor manera imaginable: con el grito en el cielo de las placeras más que justificado contra una pestilente operación de pulido y barnizado del suelo a golpe de sábado por la mañana, con todo el recinto en plena ebullición compradora.
El fuerte y desagradable olor enseguida se expandió por todo el mercado, ante la desaprobación general por una operación tan insensata como desafortunada. Ojalá que no resulte un mal presagio, dada la aureola de incertidumbre que rodea la implantación en Pontevedra de este modelo gastronómico de tanto éxito en otras ciudades españolas.
Algunos hosteleros de prestigio reconocido no han mostrado ningún interés por este mercado gourmet, puesto que consideran más que cubiertas sus actuales expectativas y no están dispuestos a embarcarse en nuevas aventuras. Para abrir boca, esa señal no es buena.
A rebufo del Mercado de San Miguel, en Madrid, y de La Boquería, de Barcelona, el moderno entronque de estos espacios gastronómicos en los mercados tradicionales se encuentra en pleno apogeo desde hace algún tiempo. Algo parecido ocurrió en su día con los centros comerciales, que hoy se encuentran en pleno declive.
Los entendidos más cursis denominan masa crítica a la clientela potencial de cualquier negocio de futuro, a la hora de sopesar sus posibilidades de éxito comercial. Y en Pontevedra está por verse si efectivamente cuenta o no cuenta con ese público suficiente para alimentar un mercado gourmet. Igualmente está por comprobarse sí el Ayuntamiento facilitará las cosas a esos locales en cuestión de horarios y normativas para satisfacer especialmente a esa juventud divino tesoro que marca tendencia y pone de moda bares, terrazas y demás chiringuitos hosteleros en esta ciudad.
El Meollo de la cuestión está en adivinar si este bienintencionado proyecto orientado a dinamizar la Plaza de Abastos caerá o no en manos de los profesionales adecuados, que sepan moverse bien en el mundillo de la gastronomía y consigan ganarse la clientela necesaria para sostener un negocio nada fácil, que para salir medianamente bien requiere algo más que disposición, emprendimiento e ilusión.
