A Francisco Barbeito, fundador de Cristalería Pontevedra le llamó ayer el alcalde para comunicarle que el próximo día 21 recibirá el premio Cidade de Pontevedra. Asegura que le cogió "por sorpresa", que no se lo esperaba pero no oculta su satisfacción. A sus 90 años acude cada día a su fábrica, "para supervisar".

-¿Cómo se sintió cuando el alcalde le comunicó que le entregarán la máxima distinción de la ciudad?

-Satisfacción. Porque es agradable que se reconozcan mis más de 60 años de trabajo en este sector. Aunque también hay muchos empresarios que lo merecen.

-En estos años usted ha vivido una transformación del sector...

-Mi esposa y yo empezamos en un pequeño taller haciendo los espejos a mano. Poco a poco se introdujo la tecnología y se ahorró el brazo del hombre. Eso permitió un crecimiento importante en el mercado internacional y una mayor producción, impensable sin los avances tecnológicos. Esta forma de trabajar no tiene nada que ver con la de mis inicios, pero hemos sabidos adaptarnos a los tiempos.

-¿Sigue usted tomando decisiones en la empresa?

-Por suerte en mi caso hay relevo generacional. Mi hijo y mi nieto se encargan de todo, pero me gusta estar al tanto de lo que pasa, dar a veces algún consejo, aunque la verdad es que me hacen poco caso (se ríe...).

-¿Y que aficiones se tienen a los 90 años?

-Casi las mismas que en otras épocas de la vida. El aspecto social siempre me ha despertado un interés especial y trabajo, con otros empresarios, como el señor Magín Froiz, un Banco de Alimentos.

-¿Y cómo funciona?

-Aportamos alimentos que se distribuyen entre familias necesitadas. He dedicado a eso parte de la nave original de Cristalería Pontevedresa, en Santa Margarita. Cuando las cosas te van bien no hay que olvidar a los que no han tenido tanta suerte.

-¿Sus orígenes fueron humildes?

-Mucho. Trabajé de niño en la casa de comidas que tenían mis padres en Lérez. Fuí transportista de pescado, trabajé en la construcción de la fábrica de la Cros...