Tiberio Arias se jubiló hace 11 años, tras casi cuatro décadas ejerciendo en los colegios Froebel y Campolongo. Asegura que siempre se sintió cómodo con los alumnos y recuerda anécdotas que todavía le hacen sonreír. "Una vez pregunté en clase por un ejemplo de invertebrado. Y un niño contestó "el chorizo". Claro, no tiene huesos".

Saber reírse de alguna salida de tono o incluso de un comportamiento inadecuado son cuestiones que se aprenden con la experiencia y los años, aseguran. "Hay que relativizarlo todo porque lo importante es conseguir que los niños aprendan conceptos pero también que sean buenas personas. Antes los maestros éramos importantes en ese aspecto. Ahora, por desgracia, el profesor está muy cuestionado", concluye.