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El meollo

El relevo de Valle

El relevo de Valle

El vacío que deja Carlos Valle al frente de la dirección de Museo de Pontevedra tras llegar a la edad de jubilación, abre un escenario insólito en la señera institución. Por primera vez en sus noventa años cumplidos, no está previsto el relevo, tal y como había ocurrido desde su fundación en 1927.

Casto Sampedro Folgar, Xosé F. Filgueira Valverde y Carlos Valle Pérez, cubrieron sucesivamente ese largo período a la sombra de un patronato rector, que ejerció su labor con celo desde su creación, pero que perdió sabia, independencia y autoridad con el paso del tiempo, hasta convertirse poco menos que un convidado de piedra cuando Rafael Louzán decretó su abrupta supresión. Podría haberse revitalizado, pero se optó por su eliminación.

Después del histórico vuelco electoral que otorgó el mando al PSOE y BNG, y que dio oxígeno a Valle como director en ejercicio, se habló de la creación de un comité asesor o algún órgano semejante que devolviera una cierta distancia al Museo frente al poder de la Diputación. Pero la legislatura toca a su fin, sin haberse dado al respecto un solo paso.

El Museo es hoy la joya de la corona de la Diputación, tras perder en su largo caminar la Misión Biológica y la Caja de Ahorros, las otras instituciones de su edad de oro, con Daniel de la Sota Valdecilla en la presidencia. Ese reconocimiento que goza dentro del mundo cultural, (más fuera que dentro) se forjó durante todo este tiempo a fuerza de un enorme trabajo colectivo. Pero lo que tanto costó levantar, puede devaluarse en un santiamén sin demasiado esfuerzo.

No hace falta conocer ningún secreto para saber que Carlos Valle no ha tenido la mejor despedida posible. Ese adiós por parte de la Diputación ha sido muy poco elegante, después de tantos elogios públicos de la presidenta Carmela Silva y del diputado delegado, Xosé Leal. Cuando menos faltó finezza.

El meollo de la cuestión está en saber cuál va a ser el principal criterio del equipo de gobierno PSOE-BNG para encarar el relevo de Valle, y adivinar si suprimida la plaza de director en la plantilla del Museo, terminará por imponerse la dedocracia y el clientelismo a la hora de cubrir un puesto tan sensible para el futuro inmediato de una de las instituciones mejor valoradas de esta ciudad.

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