Una dura critica al Plan de Urbanismo actual y la necesidad de activarlo, ante "la parálisis a la que está sometido prácticamente desde su aprobación, en el año 2012", son algunas de las conclusiones a las que llegaron los ponentes de la jornada "Urbanismo. Desenvolvemento do PXOM", organizada por el Club de Opinión Portocelo y en la que participaron el arquitecto Anselmo Villanueva y el urbanista y presidente de la Asociación para a Defensa do Patrimonio Cultural Galego (Apatrigal), Carlos Henrique Fernández Coto.

Villanueva Peón defendió que existe un "Marín Latente", una villa que subyace debajo de lo construido y no construido y que "está viva, que necesita ser recuperada y puesta en valor". Señaló que Marín trazó una división física entre el espacio habitable y el mar. "Tenemos una ciudad con un gran potencial que debido la falta de un urbanismo adecuado, trabajo, servicios y dotaciones provocan que nos encontremos en una ciudad incomoda y poco atractiva", aseguró.

También añadió que esta falta de atractivo de la villa se refleja en "lo peor que le puede pasar a un pueblo: en los diez últimos años Marín perdió casi 1.250 habitantes y tanto el saldo vegetativo como el migratorio son negativos. El INE cifra en 24.637 los habitantes en 2017, que será el segundo año consecutivo en el que la villa registre un valor por debajo de las 25.000 personas", argumentó.

Por su parte, Fernández Coto hizo un análisis de la situación del municipio y del plan urbanístico, poniéndolos en relación con la pérdida permanente de población desde hace ocho años, asunto que vinculó a la pérdida del sentimiento de pertenencia al lugar, a causa -dijo- de la dejadez en el cuidado del patrimonio cultural, del derribo de edificios y conjuntos emblemáticos, y sobre todo por la condición de confinamiento territorial entre los montes, el puerto, la Escuela Naval y la fábrica de Ence.

Sobre la pérdida de contacto de Marín con el mar que le da el topónimo, Fernández Coto explicó que la única relación que tiene la villa de Marín con el mar se reduce a cuarenta metros entre el puerto y la Escuela Naval, que describió como un "espacio inhumano, lleno de coches aparcados, que limita la relación de la villa con el mar y la pérdida de la referencia que la isla de Tambo debería representar para Marín". Hizo dos propuestas de acercar el mar al centro, una de ellas basada en el dragado del aparcamiento para convertirlo en mar, y otra en prolongar la alameda hasta el mar, sin coches pero con árboles.

Sobre la fábrica papelera, propuso desplazarla a otro lugar para ganar medio millón de metros cuadrados para unir Marín con Pontevedra, mediante una urbanización de mínima densidad, con espacios verdes y de ocio, transportes públicos sostenibles y lagunas, con el fin de crear una "ciudad Marín-Pontevedra única".

Explicó como otra ciudad similar, Ribeira, consiguió peatonalizar todas las calles en menos de un año, cambiando una ciudad llena de coches en otra pensada para las personas, y añadió que Marín puede llevar a cabo una iniciativa similar, gracias a su topografía, recuperando transportes como el tranvía o el trolebús, y confinar los automóviles a dos o tres aparcamientos disuasorios, así como uno céntrico soterrado frente a la Escuela Naval, dejando la explanada actual de acceso al mar para las personas.

El arquitecto lamentó que se hayan derribado recientemente los edificios industriales del centro, que representaban parte de la memoria de varias generaciones de marinenses, y que podían haber sido rehabilitados para usos públicos: auditorio, edificios administrativos, etc., pero ya demolidos lo que queda es una zona verde que él considera que debe dejarse como pulmón céntrico de la villa.

Respecto al casco histórico, urgió a hacer políticas activas de restauración de las casas, reactivación del área de Rehabilitación y aprobación inmediata del Plan Especial de Protección.