La consagrada L.G.I. declaró ayer en el juicio de los miguelianos que se celebra en la Audiencia de Pontevedra que sus padres "rompieron" su vida "en dos" al unirse a las familias que denunciaron a la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel porque "esa era la vida que quería". En la decimonovena sesión del juicio han declarado dos testigos afines al líder, Miguel Rosendo, que niegan los abusos, las "humillaciones" y las "vejaciones" que sostiene la acusación particular.

El proceso judicial avanza con el límite de los cuatro años de prisión preventiva de Rosendo, que se cumplirán el próximo 14 de diciembre (aunque su detención se produjo el día 11 de diciembre de 2014). Han empezado a declarar los testigos propuestos por las defensas, como es el caso de L.G.I., quien ha sostenido que ha "roto" la relación con su familia.

"No puedo llegar a entender por qué no me entienden, no vienen a verme, no se preocupan por mí, no saben cómo vivo...", ha aseverado para explicar que sus padres "no estaban de acuerdo" en que ella se instalase en un convento en El Escorial, del que posteriormente se marchó para el municipio madrileño de Bustarviejo, también junto a los afines de Rosendo y su familia, donde continúa residiendo.

Esta consagrada ha lanzado diversas acusaciones contra el sacerdote que ejercía como asistente eclesiástico de la Orden, nombrado por el obispo de la diócesis Tui-Vigo, I.D.V.A., con el que colaboró en la "pastoral penitenciaria" de A Lama.

"Yo le decía que no entendía por qué ayudábamos a tantos narcotraficantes y sicarios si no querían acercarse a Dios y otros internos, que a lo mejor eran drogadictos o que no tenían familia, necesitaban más nuestra ayuda", explicó.

L.G.I. ha negado la "sumisión" y el "servilismo" al que otros miembros de los miguelianos han hecho referencia en esta causa y ha descalificado en concreto a una de las víctimas de presuntos abusos sexuales, M.P.

También negó el aislamiento de su entorno, pues sostuvo que todas las consagradas y consagrados tenían "acceso a internet" y "móviles", incluso quienes vivían en la denominada Casa Madre, en el municipio de Mougás. "No había castigos ni había chivatazos", ha añadido sobre su experiencia residiendo en esta casa.

La consagrada ha manifestado que se sintió víctima de "acoso mediático" cuando los supuestos abusos se hicieron públicos y salieron en los medios de comunicación. "De pronto veo a mi padre en una rueda de prensa diciendo un montón de barbaridades como que bebíamos el semen de Miguel como si fuera la sangre de Cristo", ha relatado. Esto le supuso, según sus palabras, "un shock tremendo".