Juan Carlos Mosquera, que fue vicepresidente de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel (conocida como "los Miguelianos"), reveló ayer en su declaración ante la Audiencia de Pontevedra, que la familia Ruiz-Mateos hizo una aportación de 300.000 euros a la agrupación religiosa. Una de las funciones de este exmiembro de la orden era precisamente buscar benefactores. Así relató que otra fuente de financiación, I. Oriol, le entregó dinero en cuatro ocasiones y en todos los casos le dijo que era "para Miguel" (Rosendo), líder de la agrupación. Desconoce las cantidades aportadas en estas cuatro entregas porque el dinero iba en sobres o cajas cerradas, dijo.

En su declaración explicó que Rosendo utilizaba frecuentemente expresiones como "Dios me dijo" y aunque nunca le escuchó afirmar de forma explícita que veía el futuro, sí "lo dejaba entrever". También aseguró que aunque él nunca recibió cabello de Miguel Rosendo (que sus seguidores se repartían), "ni nunca lo hubiese cogido", afirmó, "sí sabía que se hacía".

Este vicepresidente de Orden y Mandato aseguró que Miguel Rosendo era la "autoridad única e indiscutible" en la organización religiosa y explicó que si alguna vez alguien le llevaba la contraria "recibía una buena bronca" o caía en desprestigio. A preguntas de las partes explicó también que los "bastones" (ayudantes de Miguel Rosendo) no solían alejarse de él y si lo hacían "en contadísimas ocasiones", Rosendo enviaba a alguien para "custodiarlas".

También explicó que al líder de la orden "no le dolían prendas" en reprender en público a cualquiera de sus colaboradores y que también amenazaba, además de utilizar expresiones como "maricón", "putas", o "estás vendido al diablo".

"Yo soy el primero al que llamó maricón", aseguró, además de escuchar insultos hacia otras personas del grupo, "No contestaba nada, solo sentía bochorno", explicó.

Relató además que en una ocasión vio a Sandra (una de las seguidoras de la orden) salir de la habitación de Miguel en pijama, si bien no le dio importancia ni sospechó que pasase "todo eso de los abusos". Explicó además que Miguel Rosendo les prohibió a sus colaboradores ir a hablar con el obispo porque él era el único interlocutor con el responsable de la Iglesia y que todas las comunicaciones entre los miembros de la orden eran a través de Rosendo porque "él era el tronco y nosotros las ramas, para ir a otra rama había que pasar por el tronco".