Iñigo y Pablo Domínguez Munaiz y Francisco Álvarez López son los fundadores de la empresa pontevedresa Coverwind, dedicada a la prestación de servicios para la industria eólica. Acaba de recibir el Premio Joven Empresario del Año 2018 de la AJE, un galardón que se suma al que ya consiguió en 2016 con la misma asociación, el de Joven Emprendedor. La Asociación de Jóvenes Empresarios ha querido reconocer la trayectoria de esta empresa creada hace dos años en la ciudad del Lérez que ya cuenta con cerca de 70 trabajadores y una filial en Francia.

-¿Cuál es el origen de Coverwind? ¿Tenía relación con su formación?

-Pues la verdad es que no. Yo era abogado, Pablo licenciado en Ciencias del Deporte y Francisco sí que tenía mucha experiencia en el sector, en el que llevaba muchos años. Digamos que tanto Pablo como yo nos incorporamos algo más tarde a este ámbito, en 2013 y 2014. Coincidimos en una empresa de Santiago juntos. En esos viajes a la capital gallega surgió el germen de querer montar algo propio en Pontevedra. Tuvimos distintas ideas y al final decidimos hacerlo en el sector con el que estábamos familiarizados. Vimos un nicho de mercado que creíamos poder abarcar nosotros que no era el montaje en sí de los aerogeneradores, sino otras actividades anejas a ello: control de calidad, supervisión, reparación, mantenimiento... Conocíamos a los clientes y al sector, así que todo fue poco a poco, con esos conocimientos y expectativas.

-La empresa ha crecido mucho en sus dos años de vida...

-Sí. En oficina somos diez personas, pero en total sumamos 68. Nos han dicho que estamos creciendo algo rápido porque acabamos de cumplir dos años.

-¿Cómo se produjo ese salto?

-He de decir que en los comienzos éramos nosotros mismos los que íbamos a los parques para asegurarnos de que todo salía bien. A partir de ahí, como los primeros trabajos nos salieron bien, el cliente nos empezó a contratar para otros servicios, de ahí que nosotros, a nuestra vez, contratamos a la primera persona. Después fueron tres y después seis. Hasta ahora. Cuando te das cuenta somos 68 (risas).

-¿Qué fue lo más difícil?

-Toda esa evolución supone adelantar muchos costes. En esos casos las entidades financieras son las que te echan un poco para atrás a la hora de abarcar más. Afortunadamente hemos conseguido financiación siempre y, con ella, seguir creciendo a esa velocidad. Eso sí, con los pies en la tierra y asesorándonos siempre muy bien, que es algo fundamental. Siempre hay muchas cosas que tienes que aprender apoyándote en terceras personas.

-¿Qué inversión inicial tuvo Coverwind?

-Creamos la empresa con un capital inicial de 18.000 euros a partes iguales entre los socios. Era una cantidad asumible, pero sabíamos que con esa cantidad no podíamos hacer nada. Así que el primer paso fue peregrinar por las distintas entidades financieras. En una de ellas nos propusieron un crédito con Sogarpo, una sociedad de garantía recíproca.Pedíamos entre 200.000 y 250.000 euros; empezamos con 100.000 a tejer la infraestructura de la empresa.

-¿Se plantean seguir aumentando la empresa?

-Ahora nos ha tocado cambiar de proyecto. Llevamos un par de meses en los que no hemos incorporado a más gente. Final de año siempre es de mucho movimiento, ya que los clientes siempre quieren acabar los proyectos. Habrá un pico de demanda de personal y es probable que incorporemos a algún trabajador más de aquí a fin de año. Pero nuestra idea no es crecer a lo loco. No queremos convertirnos en una gran empresa ni en una multinacional ni en algo similar. Sí tener un volumen mayor que podamos controlar nosotros con mandos intermedios. También queremos disfrutar un poco de esto.

-¿Quiénes son sus clientes?

-Trabajamos con grandes empresas a través de forma subcontratada. Nuestro cliente, normalmente, no es el promotor de los parques sino el fabricante, en este caso Vestas o Siemens Gamesa, que son quienes los montan. Ellos son los que nos contratan a nosotros. Hablo de España. Pero la mayor parte de nuestra actividad está en Francia, donde tenemos nuestro mercado más grande. Allí hemos abierto una filial, una oficina, y trabajamos para empresas como NG Green o EDF, gigantes en Francia.

-¿Y en Galicia? No será que aquí no hay parques eólicos...

-(Risas) Sí. Ese nuevo proyecto que comentaba está en la Costa da Morte, en Muxía. Es un parque de EDP y vamos contratados por Siemens Gamesa.

-¿Algún otro proyecto a corto plazo?

-En principio todo apunta a que en Muxía vamos a estar durante un tiempo. Intentamos diversificar la actividad, es decir, que además de apoyo al montaje, supervisiones, etc, nos metemos en el mercado de inspecciones y reparaciones de palas, inspecciones de cajas multiplicadoras para aerogeneradores... para abarcar más mercado. Sobre todo, para dar estabilidad a los empleados, que es el mayor peligro y dificultad que tiene nuestro sector al trabajar por temporadas o condicionados por factores como la meteorología.

-Este premio de la AJE es una suerte de continuidad al que recibió la empresa en 2016. ¿Qué supone para sus socios fundadores?

-Por aquel entonces no éramos más que unas hojas de Excel, un plan de empresa. La AJE vio que había un proyecto en ciernes, y lo vio con gusto. Ahora este nuevo premio para nosotros refrenda alquel proyecto inicial que ha salido adelante y ha dado sus frutos. Sobrepasamos con creces las expectativas que teníamos. Es algo que te anima porque sabes que estás haciendo las cosas bien y te da aliento para seguir avanzando y creciendo.

-¿Cuál es el mensaje que le daría a los jóvenes emprendedores que estén pensando en inicar una empresa?

-Que tengan arrojo para montarla. Si se encuentran en esa tesitura es que ya lo tienen claro. Y, sobre todo, que no tengan miedo a llamar a las puertas de entidades y colaboradores. Que se asesoren bien. Si el proyecto es bueno, con trabajo saldrá adelante.