Se han escrito miles de páginas, libros e incluso una existosa serie de televisión se inspiró en su trayectoria personal y delictiva, pero pocas veces se escuchó al propio José Ramón Prado Bugallo, alias "Sito Miñanco", hablar de viva voz acerca de su pasado. Esto ocurrió ayer en la Audiencia de Pontevedra en donde Sito dio su versión de los hechos, aunque lo hizo ante un tribunal y para defenderse de la acusación de blanqueo de capitales que pesa sobre él, su exmujer, su hija mayor, su excuñada y un antiguo colaborador, utilizando la inmobiliaria "San Saturnino". Una declaración en la que Prado Bugallo marcó distancias con los negocios de su primera mujer y esta inmobiliaria, así como con las adquisiciones realizadas por su hija mayor, asegurando que nunca les entregó dinero ni a ellas ni a sus negocios.

Fue un interrogatorio que comenzó con un pequeño "rifi-rafe" entre Sito Miñanco y el fiscal de delitos económicos, Jesús Calles, a la hora de reconocer las dos sentencias por tráfico de drogas que han llevado al cambadés a pasar media vida entre rejas. Una ictada en 1993 por un alijo de más de cien kilos de cocaína de 1991 y otra por más de tres toneladas en 2004: "Eso es así", reconoció Prado Bugallo, "pero lo que no incluye en su escrito y me gustaría puntualizar es que en la primera de las condenas Estrasburgo me acabó dando la razón", matizó el histórico narco cambadés, en referencia a un fallo del Tribunal Europeo en el que se señala que las escuchas policiales vulneraron los derechos de Prado Bugallo.

También se recordó la detención de Miñanco por contrabando de tabaco en 1983, que le llevó a pasar una temporada en las prisiones de A Parda y de Carabanchel. El fiscal le preguntó si allí, en la prisión madrileña, fue donde el cambadés entró en contacto con destacados representantes de los cárteles de la droga colombianos como Jorge Luís Ochoa Vasquez o Gilberto Rodriguez Orejuela: "Esa es una mentira tan grande como esta casa", respondió Prado Bugallo. Aseguró que en la prisión madrileña apenas "estuve quince días" y que nunca coincidió allí con ningún colombiano.

Sobre su fortuna, Prado Bugallo reiteró en que hizo dinero con sus negocios lícitos de comercio con tabaco entre Bélgica y África, llegando también a abrir una vía para llevar los cigarrillos desde Panamá en donde consiguió la mercancía a un precio "más barato". Miñanco aseguró que era un negocio "muy rentable". "Con los cigarrillos se ganaba mucho dinero" y aseveró que hasta 1991, cuando fue detenido por su relación con un alijo de 100 kilos de cocaína, "yo no toqué nada que no fuera tabaco".

Prado Bugallo utilizó estos negocios en Bélgica y en Panamá no solo para intentar justificar que se dedicaba a una actividad supuestamente legal en los años ochenta, sino para demostrar su cada vez mayor desapego hacia la que entonces todavía era oficialmente su mujer y sus negocios en la inmobiliaria San Saturnino. Asegura que a mediados de los ochenta, cuando se constituyó la inmobiliaria, él residía en Bélgica, en donde atendía sus negocios tabaqueros. Afirma que venía a España cada quince días o cada semana.

Sin relación desde 1982

Miñanco asegura que no tuvo "nada que ver" con la constitución de la inmobiliaria San Saturnino en 1985 por parte de su excuñada, la también acusada Josefa Pouso y otros socios. Añadió que aceptó figurar como administrador porque así se lo pidió Josefa, "que tenía mucha confianza conmigo", pero que insiste en que "nunca tomé ninguna decisión" acerca de las compras que realizó esta sociedad, con adquisiciones de inmuebles en Cambados, Sanxenxo, Vilagarcía o Pontevedra. "Sí mi firma está ahí, fui yo", pero insistió en que lo hacía "por orden de mi cuñada y sus socios" durante estas visitas que hacía a España desde Bélgica o Panamá. De las operaciones inmobiliarias que se realizaron, como la adquisición de una finca en Montalvo, llegó a decir que no tenía "ni idea".

"Sito Miñanco" también marcó distancias con la actividad de su exmujer, María Rosa Pouso Navazas, quien en 1987 compró a su hermana y a sus socios la inmobiliaria. Aseguró que aunque la separación judicial de ambos se formaliza en 1989, "realmente yo con mi mujer ya no estoy desde 1982", explica. "Tras la muerte de mi cuñado ella guarda un luto de dos años que a mí me parece exagerado", explicó, asegurando que él rehace su vida sentimental con otra pareja y que su relación con Rosa Pouso fue "inexistente" a partir de ahí, salvo en lo referente a sus hijas.

Reconoce que "treinta años después" de aquella ruptura, en 2011, Rosa Pouso accedió a firmar como pareja suya ante Instituciones Penitenciarias, pero que "solo lo hizo a petición de mis hijas" para que yo pudiera tener un "aval mayor" a la hora de obtener sus primeros permisos penitenciarios, algo que confirmó más tarde la propia Rosa Pouso. De hecho, Prado Bugallo insistió en que nunca mantuvieron un "vis a vis íntimo" en prisión.

Por su parte, María Rosa Pouso confirmó esta "separación física" de la pareja desde 1982 y afirma que desde entonces no mantuvo ninguna relación con su exmarido, salvo aquella que tenía que ver con las hijas que tenían en común. En este sentido, reconoció que era ella quien las llevaba a la cárcel para que "pudieran ver a su padre".

Asegura que compró la inmobiliaria San Saturnino a su hermana y a sus socios con sus ahorros y el dinero de sus negocios: un barco que faenaba día y noche con dos tripulaciones y un parque de cultivo de bivalvos. Afirma que revocó los poderes de José Ramón Prado Bugallo en la inmobiliaria en 1989, entre otras cuestiones, porque "nunca sabía donde estaba". Los otros tres acusados, Josefa Pouso (excuñada de Miñanco), su hija Mayor Rosa María Prado y el constructor José Alberto Aguín Magdalena también negaron ser testaferros de Miñanco. El juicio sigue hoy con la declaración de los peritos. El fiscal pide seis años de cárcel, una multa de diez millones y el comiso de los bienes a los acusados.