Ana María Villaverde y su marido, Enrique Barreiro, perdieron aquella noche unos remolques que utilizaban como bar en las fiestas de los pueblos. No era su medio de vida, pero sí una forma de lograr unos ingresos extra en verano. No consiguieron ayuda alguna, ya que necesitaban presentar factura de todo lo perdido. "Non tiñamos porque os compramos de segunda man, igual que a cafetera, o lavavaixelas ou o frigorífico que levaban dentro", explica. Aunque cursaban el alta como autónomos cada vez que les salía una fiesta a la que acudir, "nós non somos unha empresa". "A asesoría explicounos o das facturas pero cando xa nos dixo que ademáis tiñamos que contratar a un perito, xa desistimos. Meu home, cuns compañeiros e amigos, foi reconstruindo todo o que puido dos remolques e o resto do material tivemos que compralo nós".

Y es que en su caso la nave en la que guardaban los remolques no ardió. El fuego pasó por encima. "Nós fumos ata alí ás 4 de mañán e vimos todo ben. Foi xa sobre as 8 cando un veciño nos díxo que saía moito humo da nave. E alá fumos". Abrieron con precaución las puertas y lo primero que Ana María vio fue las ruedas de los remolques. "Pensei que si estaban enteiras todo estaba en orde". Las altas temperaturas, sin embargo, hicieron que todo se fuera derritiendo hasta convertirse en una amalgama de chapa, pintura y plástico. "Non recibimos nin un céntimo, pero sí que sentimos a solidaridade e apoio da xente. Aquí as asociacións fixeron moitas actividades para recadar cartos, e a nós chámaronnos para que puxesemos o bar. Axudáronnos dándonos traballo no momento que máis o necesitábamos", concluye.

El propietario de la nave, en la que pagaban un alquiler por guardar sus remolques, sí pudo recuperar parte de las pérdidas, al disponer de un seguro que corrió con parte del coste de su reconstrucción

La sensación del alcalde de Ponte Caldelas, un año después de los incendios, "sigue siendo de frustración" porque no cree que se haya hecho justicia "ni con las personas más damnificadas, ni con el Concello como institución".

Andrés Díaz recuerda que más de dos mil personas quedaron sin agua. Muchos perdieron cultivos y animales. Y los que lograron salvar el ganado se quedaron sin forraje. "El Concello fue la única puerta a la que pudieron llamar y nos lanzamos a atender a todo el mundo. Repusimos ocho kilómetros de tubos de traídas y repartimos más de 200 toneladas de forraje solidario, donado por productores. Todo sobre la marcha, porque algo así ni se prevé ni puede presupuestarse".

El Concello colaboró también en la cubrición del monte con paja, en la que participaron muchos voluntarios, además de atender con medios propios las necesidades básicas de los más afectados. Puso tres viviendas sociales a disposición de familias que perdieron la suya.

Un año después, la Xunta compensó al Concello con "una limosna de 10.000 euros, cuando tuvimos unos gastos superiores a los 200.000 euros (dicen que no nos los cubren porque no eran cuestiones "de competencia municipal"). Y tienen razón, las traídas de agua vecinales, el forraje, la leña quemada, las casas calcinadas no son "cuestión de competencia municipal", sino de sentido común. Y el sentido común esta Xunta no lo subvenciona".

Para el alcalde lo peor es que los afectados, "que son personas, muchas de ellas las más humildes, los han dejado tirados. La mayor parte desistió de solicitar las ayudas abrumadas por la burocracia autonómica y, a día de hoy, la única ayuda que recibieron fue la de la cuenta solidaria abierta por el Concello y en la que ingresaron diversos colectivos con un esfuerzo encomiable".

La situación en la que quedó el monte tras los incendios motivó a un nutrido grupo de voluntarios, entre ellos muchos técnicos y profesionales forestales, a poner en marcha medidas de recuperación inmediata o, al menos, a probar métodos innovadores que frenasen la pérdida de suelo.

Nacía "A Rente do Chan", un colectivo presidido por Jesús de la Fuente y del que forman parte Xabi Lorenzo y Rafael Zas, entre otros muchos.

La eficacia de su método, el mulching, está avalada por los resultados conseguidos durante este último año. Sin embargo, frente al optimismo de haber demostrado la capacidad de gestionar el trabajo voluntarios con una fórmula poco conocida, sienten cierto desánimo al no haber logrado que la administración reaccionase. "A realidade é que as aldeas seguen a ter un polvorín arredor".

Las cifras hablan por sí solas. Actuaron en 40 puntos críticos y lograron una protección del suelo del 97%, evitando que 43.500 toneladas de tierra se moviesen de su localización original, acabando buena parte de ellas en los ríos. Y esa experiencia les permite demandar de la administración que tras un incendio "actúe de inmediato e faga cubrindo o solo co mulching, porque xa temos documentado que é o método máis eficaz".

Sin embargo comprueban como la administración es "reacia" a asumir este avance. "En Vigo ardeu todo pero non se mobilizaron". Con todo, le reconocen un mérito: "a obrigación de manter limpas as franxas de seguridade, os perímetros habitables. Eso é unha cuestión fundamental".

Y otro de los grandes inconvenientes que tienen que enfrentar es la falta de medios. "O monte require unha atención constante e supón moitas renuncias para nós".