Las religiosas de Santa Clara no descartan la apertura de la huerta del convento de Pontevedra al público, tal y como les propuso el Concello. "Nos gustaría eso y más cosas", confiesa Sor Consuelo, abadesa de Santiago de Compostela, comunidad a la que perteneció la de la Boa Vila en su última etapa, antes de cerrar hace poco más de un año.

"El asunto está parado; hay que darle tiempo al tiempo", reconoce la monja. Se refiere a la propuesta que en diciembre de 2017 se trasladó a la comunidad desde el gobierno local. "Todavía no hemos llegado a un acuerdo", añade.

Si bien es cierto que es una cuestión de tiempo que el futuro del edificio de interés cultural se decida, también lo es que al no haber plazos mayor será el deterioro que sufra la propia edificación mientras tanto.

Lo único que está claro es que no va a tener un uso de vida religiosa, tal y como confirmaron las clarisas a FARO hace una semana y de nuevo ayer mismo, pero cada vez está más cerca una opción de uso lúdico o cultural.

Sor Consuelo participó en el encuentro anual de abadesas clarisas de España en la Casa de los Padres Paúles de Salamanca entre el 24 y el 27 de septiembre pasados. En esta reunión se tratan con periodicidad asuntos que atañen a la vida de las diferentes comunidades. Uno de ellos fue cómo afrontar la crisis vocacional, en especial de la de clausura. Quedó claro, informa la abadesa, que el convento de Santa Clara de Pontevedra no volverá a acoger este tipo de vida religiosa.

Ante el riesgo que pudiera correr la edificación, del siglo XIII, ahora las opciones son de otro tipo.

El abogado de las clarisas es quien está analizando los pros y los contras de una posible cesión del uso a una Administración pública. Eso sí, para la religiosa la apertura de la huerta a la ciudadanía no queda descartada. "Nos gustaría eso y más cosas", admite.

Sor Consuelo se reunió con el alcalde a finales del año pasado para entablar negociaciones para aprovechar los 12.000 metros cuadrados de terreno, colindantes con la Praza de Barcelos. La intención municipal es la de establecer algún tipo de convenio que permita usar estos jardines para el uso y disfruto de los vecinos de Pontevedra a cambio de alguna contrapartida en la conservación de los edificios, tanto el propio convento como la iglesia de Santa Clara, anexa.

Para el gobierno local, es un emplazamiento inmejorable, además de un recinto histórico, de ahí que esté empeñado en su conservación.

Los primeros contactos entre ambas partes no fueron fructíferos y la prueba está en que casi ha pasado un año desde entonces. En vista de que las religiosas no podrán seguir volviendo la vista a un problema que más tarde o más temprano se materializará, su asesor legal estudia minuciosamente el caso.

El convento de Santa Clara cerró sus puertas el 25 de septiembre del año pasado cuando las tres únicas monjas que vivían en él fueron trasladadas al de Santiago de Compostela. Dos de las religiosas tienen una avanzada edad, incluida Sor Sagrario, la madre superiora.

En realidad, era la crónica de una muerta anunciada, ya que no era viable que la pequeña comunidad religiosa siguiese viviendo sola en el edificio tan solo con la ayuda de algunos vecinos. Sus compañeras del resto de conventos intentaron por todos los medios ayudarlas, pero la falta de monjas y la dificultad de encontrar mujeres que quisiesen llevar vida en clausura abocaron al cierre de un convento que llevaba funcionando cientos de años desde el centro de la ciudad.