Mirla Blanco tenía tres peluquerías en una ciudad de su Venezuela natal. Le robaron y la agredieron en tantas ocasiones que el nivel de inseguridad la empujó a irse. Su padre, de 83 años, es de Pontevedra y ella y sus hijos tienen nacionalidad española. Cuando decidió irse de su país, hace ya un año y medio, el destino estaba claro.

"Me vine con mis dos hijos, de 16 y 23 años, porque estoy convencida de que ellos aquí pueden tener unas oportunidades que allí no hay para nadie". Mirla Blanco dejó en Venezuela a sus padres. "Es imposible para mi madre conseguir el pasaporte para salir del país. Ustedes no se imaginan cómo está aquello. Y mi papá no quiere venirse y dejarla allí sola". Así que Mirla Blanco les envía cada mes medicamentos y algo de efectivo para garantizar su subsistencia.

Buscó trabajo nada más establecerse en Pontevedra, pero lo que le pagaban apenas le alcanzaba para cubrir gastos. Así que a los cinco meses decidió abrir su propia peluquería, en la calle Reina Victoria.

"Aquí no me conoce nadie así que me voy haciendo con una clientela propia muy poco a poco. Pero tengo la esperanza de que poco a poco este negocio se consolide". Reparte su propia publicidad y tira de redes sociales para dar a conocer su actividad, ya que de ello depende el sustento de su familia.

Pero la verdad es que Mirla Blanco no descarta abrir un segundo negocio de peluquería, en la ciudad o en algún municipio cercano, porque espera la llegada de su hermana antes de que concluya el año. "Y para trabajar aquí lo mejor es hacerlo por cuenta propia. Por soñar no pierdo nada" .

No son pocas las preocupaciones que la acompañan cada día, sin embargo esta peluquera un día al mes publicita los cortes de pelo gratis para quienes carezcan de recursos. "Ya sé que no es una cuestión de primera necesidad, pero yo es lo que puedo aportar. Me gusta ayudar porque yo tuve un momento que no tenía para comprar ni un trozo de pan. Si todos fuésemos un poco más solidarios todo sería más fácil".