El gobierno bipartito PSOE-BNG de la Diputación Provincial inicia su cuarto y último año de mandato compartido sin haber sufrido ningún roto apreciable por parte del PP. Así es si así os parece.

Una oposición desacostumbrada a ejercer una función tan incómoda para quien ha disfrutado tantos años de vino y rosas, ha sido incapaz de causar una sola vía de agua en el pacto articulado por Carmela Silva y Cesáreo Mosquera. La última queja de Ángel Moldes, portavoz del PP, a la valoración triunfal del vicepresidente sobre el Plan de Concellos, constituye un reflejo bien claro de esa impotencia: mucha descalificación verbal, pero poca chicha documental y precisa que avale su punzante crítica.

Quizá lo más sorprendente de estos años de gobierno bipartito ha sido el buen rollo aparentado por ambas partes, algo que no estaba claro cuando se puso en marcha, pese al patente interés de unos y otros en salvaguardar su acuerdo. Es decir, que por encima de las competencias exclusivas en las áreas repartidas -bromitas aparte-, PSOE y BNG han compartido presencias, sonrisas y alabanzas en no pocas actividades públicas.

Los mismos partidos fueron incapaces de hacer un paripé de conveniencia en el Ayuntamiento de Pontevedra, no una vez, ni dos, sino hasta en las tres ocasiones que gobernaron juntos. Luego terminaron como el rosario de la aurora.

Cuando Silva y Mosquera anunciaron en 2015 el pacto alcanzado, especialmente resaltaron su propósito de "adelgazar" -esa fue la palabra usada- la Diputación de Pontevedra. Tres años después, la añeja institución continúa igual de oronda, y el vicepresidente acaba de sacar pecho al anunciar la ejecución del Plan de Concellos más ambicioso de toda su historia, con una inversión cercana a los 300 millones de euros. ¿En qué quedamos?

Cualquiera diría que tanto la presidenta Carmela Silva, nueva en esta plaza, como el vicepresidente, Cesáreo Mosquera, perro viejo en el Palacio Provincial, tan a gusto se encuentran después de haberle cogido el tranganillo al poder provincial, que están dispuestos a repetir tan gratificante experiencia, olvidando sus fobias, reservas y exabruptos, hacia un organismo denostado hasta hace bien poco tiempo. Ahí está precisamente el meollo de la cuestión.