Emilia Millán comenzó a los 15 años como redera en el puerto de Vigo. La reconversión y la crisis forzaron un traslado a Marín en busca de continuar una profesión en la que ella se siente cómoda.

-¿Sabía algo de redes cuando empezó a trabajar en esto?

-Nada. Mefui a una fábrica de confección de redes y allí empecé. Estuve 30 años en la misma empresa, en diferentes puestos, hasta que en el año 2010 la crisis hizo que la empresa cerrase y tras un pequeño parón, aquí estoy. Y de aquí no pienso moverme hasta la jubilación ya.

-¿El trabajo se desempeña igual que hace 40 años, en sus inicios?

-Hay que ir adaptándose a nuevas tecnologías, pero en lo esencial sí.

-Para trabajar estos aparejos se necesita fuerza física, razón por la que los trabajadores en Marín son hombres en su mayoría. ¿A usted le cuesta hacerlo?

-Estoy acostumbrada desde muy joven. Aquí vienen chicos que no son capaces de hacerlo porque se agotan, pero es más importante la maña y la práctica que la fuerza física. Queremos igualdad, pues también tiene que ser para las profesiones más duras.

-De la fuerza con la que vaya atada la red depende su eficacia, ¿no?

-Sí. Si no va bien atado, rompe y el armador puede perder un aparejo, que vale un dinero. Pero insisto en que no es una cuestión de fuerza sino de firmeza y habilidad. Eso hace que pueda hacer este trabajo con eficacia.