El Carabela ya no es lo que fue por tantos y tantos motivos bien conocidos. No lo digo porque falten Elías, Correa, Eloy y compañía, unos camareros de película que trataban a los clientes como clientes, a los amigos como amigos y a los chavales como chavales. Tampoco lo digo porque su terraza no conserve sus toldos, mesas y sillas tan característicos por una absurda normativa; adiós imagen graciosa, entrañable y fraternal. Ni siquiera lo digo porque los calamares de ahora no sepan cómo los de antes, ¡ay!

A los pontevedreses de aquí y de allá, o sea los que nunca faltan en las fiestas de la Peregrina, no hace falta explicarles las razones de esta afirmación lastimosa. Pero ahora hay que añadir una causa más a ese compartido pesar: el estanque de la plaza de la Estrella, eje neurálgico de la terraza del Carabela, está sin agua. Eso significa, ni más ni menos, que este mes de agosto no habrá bautizos allí de niños madrileños.

Los remojones y las caídas de aquellos niños que por su forma de hablar, de vestirse y de comportarse, sabíamos bien no eran de aquí, constituyó uno de los divertimentos más celebrados de nuestra juventud. Alguno siempre acababa pingando.

La secuencia se repetía de forma inexorable con el final más previsible: el niño se asomaba cada vez más y más al agua, ya fuera para perseguir a los pececitos de colores, o para coger chapas del fondo, o por cualquier otro motivo. Y como en las películas cuyo desenlace está cantado, el protagonista de turno acababa de cabeza en el pilón o con el traje empapado, ante la desesperación de su mamá y la sonrisa del respetable.

En una célebre ocasión, un niño se metió queriendo en el estanque, es decir, de pie y con sonrisa de felicidad, chapoteando en el agua con los pies. Entonces medio Carabela no pudo por menos que aplaudir su atrevimiento.

Unos niños jugaban la otra tarde dentro del estanque sin agua a saltar desde los bordes hasta los rumbos de su pétrea estrella. Aquello no tenía ninguna gracia.

El Meollo de la cuestión está en saber si más pronto que tarde el estanque del Carabela volverá a ser lo que fue y acogerá nuevos bautizos de niños madrileños, antes de que terminen las fiestas de la Peregrina.