La casa de "As Cunchas" es una pequeña vivienda que asoma tímidamente en el paseo marítimo de Sanxenxo pero que, al mismo tiempo, consigue romper con la monotonía del lugar con sus revestimientos de conchas en la puerta y las ventanas. Entre dos enormes bloques de edificios está la casa, convertida en tienda por su actual propietario, Miguel Otero Fernández.

Él mismo se muestra orgulloso de ser la tercera generación de su familia viviendo en la propiedad. "Varias veces la casa estuvo a punto de venderse pero, por ciertos motivos, al final nunca se llegó a un acuerdo. Tanto mi abuelo como mi padre querían que la disfrutásemos el tiempo que quisiéramos", relata orgulloso Miguel.

La casa fue construida hace más de noventa años por su abuelo, Teodoro Otero Reboredo, cuyas iniciales aún permanecen a día de hoy en la entrada de la vivienda. Natural de Sanxenxo, Teodoro se vio obligado a emigrar a Estados Unidos cuando llegó a España la dictadura de Primo de Rivera. No sería hasta la proclamación de la Primera República, en el año1873, que volvería a su pueblo que lo vio nacer. "En ese momento decidió presentarse como alcalde del pueblo, y ganó. Fue alcalde de Sanxenxo durante cuatro años, de 1932 a 1936", cuenta su nieto con orgullo. "El problema vino en el 36 porque él era un alcalde republicano. Rápidamente lo mandaron para la cárcel de San Simón". Emocionado, Miguel cuenta como su padre, con escasos 14 años de edad, tuvo que ir con la cartilla hasta el modesto y, en aquel entonces, temible archipiélago en el interior de la Ría de Vigo porque su abuelo había sido condenado a muerte. La sorpresa llegaría después porque, sin saberlo muy bien, a diferencia de los otros reclusos de la cárcel, Teodoro, tuvo más suerte. Se libró de la pena de muerte y todo acabó en un final feliz.

Tras salvarse de la pena a muerte, Teodoro contrajo matrimonio con la que sería su segunda mujer, Francisca Pimentel, Paca en la familia, y con la que Teodoro tendría más hijos.

Con la muerte de Teodoro y Francisca trasladada a Vigo, por motivos de salud, la casa quedó en desuso durante unos años. En el 2007 hacía años que nadie habitaba en la carismática vivienda. a orillas de Silgar . "Veníamos los findes de semana para abrirla y que aireara un poco", cuenta Miguel.

Renaciendo de las cenizas

Miguel, que hasta entonces había sido electricista y había trabajado en los astilleros de Vigo, se vio en la necesidad de volver a la casa donde su madre trajo al mundo a su hermano menor, un hecho que cuenta con orgullo y refuerza su lazo emocional con la casa. "Nunca pensé que me iba a quedar en paro de forma permanente, porque generalmente al quedarme en paro encontraba aún más trabajo, pero al no poder permitirnos tener un piso de alquiler Vigo nos tuvimos que venir para aquí para poder seguir adelante".

Miguel cuenta con orgullo como, poco a poco, fue rehabilitando la vivienda para que volviera a tener el carácter que tenía antaño y volviera a mostrar el espíritu de su familia. "Tras varios paseos por la playa con mi mujer y después de pensarlo mucho decidimos abrir la tienda en esta habitación dónde recibíamos a algunos amigos". La tienda permitió que Miguel pudiera seguir remodelando y manteniendo la casa, hasta llegar al punto de verse en la necesidad de ampliar la tienda para vivir con un poco más de holgura. Relata como, después de pelear por ello, consiguió que la tienda fuera reconocida con el distintivo de artesanía de Galicia, algo que, según dijo, "debería colocar fuera para enseñarlo más".

Para acabar con esta entrañable historia, Miguel contó que con lo que se quedaría de la casa es todo lo que se vivió en ella . "La tienda volvió a darle vida a la casa. Estamos orgullosos de haber recuperado el espíritu de esta casa".