Cuando el reloj llega a las doce, un pequeño grupo de personas, que en ocasiones crece hasta superar las cien personas, acuden a Silgar para ejercitarse hasta la una del mediodía, incluso en plena ola de calor en Galicia. Todo esto empezó hace más de 20 años, cuando el químico y pamplonés, Alejandro del Castillo Usieto, decidió ir a la playa a ejercitar con su hijo, que sufría una enfermedad degenerativa. Poco a poco la gente se fue uniendo a él hasta formar una actividad que es una tradición en el arenal de Silgar.

Desgraciadamente, Alejandro, murió hace dos años, pero la actividad en la playa no ha cesado. Ahora, el que dirige los estiramiento es Rodrigo Mouriño, un comerciante jubilado que conocía a Alejandro. "Él estuvo bajando hasta la playa podemos decir que hasta casi los 85 años, lo que pasa es que cuando enfermó su mujer, Palmira Castro, le pedía que no bajara para no empeorar su salud", relata Mouriño.

"Al principio era gente mayor, pero como nos gustaba mucho también nos incorporamos. Ahí la gente empezó a ver que había personas más jóvenes y que era una actividad que se hacía de forma desinteresada y sin ningún tipo de compromiso. Cada año hay momentos que podemos ser más de 200 personas y siempre se cumple con mucha puntualidad incluso en plena ola de calor, siempre de doce a una", declaró una de las asistentes habituales de la actividad, Vicky Gusiasola.

La tabla de ejercicios es descrita por los asistentes como algo muy sencillo de seguir, y que no sufre muchos cambios, por lo que los que no acuden todos los días no tienen ninguna dificultad en seguirla. "Además es algo en donde todos aprendemos de todos, porque somos amateurs, no profesionales. Hace unos años vino un chico que era instructor, y nos ayudó a la hora de mejorar los ejercicios de respiraciones", señala el "instructor" Mouriño.

El instructor espera continuar con la actividad hasta que "el cuerpo aguante", y que en el caso de no poder continuar espera que tome su relevo Carlos Alonso, uno de los que más tiempo lleva yendo y que ya ha impartido alguna de las clases. También afirma que la actividad "engancha y eso se ve en que la gente acude a la cita y que cada vez son más".

"Por el lado de los asistentes todos están encantados y muy contentos y se ve cuando vuelven un día más a seguir los ejercicios", señala Carlos Alonso. Se puede decir que esta actividad ya es parte del encanto turístico de Silgar al congregar a tanta gente que va desde personas que superan los 80 años a los que apenas tienen más de 20.