Sin apenas esperanzas de que una decisión de última hora del Ministerio de Medio Ambiente pueda cambiar su destino, y más tras el último cambio de Gobierno, los trabajadores de Elnosa piensan ya más en cómo van a tener que reorientar su futuro a partir del día 29 (cuando deberá cesar totalmente la producción) que en una posible continuidad de la clorera en Lourizán. Su mente está ahora en el posible traslado de un 90% de los 28 trabajadores que continuarán en plantilla después del 27 de julio a Torrelavega, con todo lo traumático que es este cambio para una familia.

En el caso de la electroquímica fueron varios los factores que se juntaron y que llevan al cese de la empresa. Hace ahora un año, la plantilla de la filial de Bondalti en Pontevedra era de 64 trabajadores fijos, a los que había que sumar los eventuales y personal de empresas auxiliares que trabajaban a diario en la empresa y que elevaban a un centenar el número de operarios que se ganaban su salario en el recinto de Elnosa, según explican desde el Comité de Empresa.

El cese de la producción de cloro con mercurio para adaptarse a la normativa europea que prohibe el uso de esta tecnología contaminante dio el primer sablazo al empleo directo y también al indirecto. Varias empresas auxiliares que trabajaban en Elnosa tuvieron que despedir a sus auxiliares y se acordó un ERE para los fijos que recogía el despido de 16 trabajadores en enero y 17 en agosto (estos ya recibieron su carta de despido adelantado al día 27 de julio, dos antes del fin de la producción).

Según fuentes del comité de empresa, a estos 64 trabajadores fijos que tenía Elnosa en plantilla (más la treintena de operarios eventuales o de auxiliares que trabajaban en la planta) hay que sumar en torno a unas 300 personas que trabajaban de forma indirecta para la clorera.

Según miembros del comité, los efectos del cese de la producción del cloro el pasado 11 de diciembre (la actividad ha quedado reducida a la mínima expresión con la producción de hipoclorito) se están dejando notar también en el sector del transporte. El presidente del comité, Avelino García, recuerda que antes de aquella fecha a Lourizán acudían a cargar diariamente unas 20 cisternas al día de media. La cifra es muy reducida actualmente y los transportes son derivados a la central de Bondalti en Estarreja, Portugal. La elevada demanda de cloro tras el cierre de múltiples cloreras para adaptarse a la normativa Europea libre de mercurio ha provocado que las electroquímicas que funcionan con la nueva tecnología de membrana no den abasto y que los transportistas carguen varios días en cargar su mercancía antes de volver. Algo que está incrementando los costes y que está provocando que las empresas más pequeñas que trabajaban para la clorera decidan prescindir de estos viajes y también de algún chófer.

También hay pequeñas empresas fabricantes de productos como lejía que se están viendo condicionadas por la escasez de cloro para su producción, así como también piscinas o depuradoras. De hecho, en algunas zonas turísticas, como Baleares, han tenido serios problemas para poder abastecerse de este producto.