Corren tiempos de cambio en todo lo que a educación se refiere y los patios de muchos colegios están repensándose para ganar protagonismo y, sobre todo, para dotarlos de un diseño que garantice la inclusión de todo el alumnado.

En este proyecto está inmerso el colegio San Martiño de Salcedo, un centro escolar antiguo, con muchas carencias y con un patio diseñado cuando la matriculación era más baja y se daba menos importancia a qué deben hacer los niños en sus 30 minutos de recreo.

La directora de este centro, Placer Alonso, lo tiene muy claro. Aunque son muchas las cuestiones a resolver en el centro, el patio inclusivo es ahora su prioridad. ¿Por qué? Pues porque quiere que los escolares que no practican deportes con pelota durante el recreo dispongan de un espacio propio con alternativas de ocio diferentes.

El problema de espacio para diferenciar ámbitos de juego no es exclusivo del CEIP San Martiño, pero el equipo directivo de este centro quiere resolverlo, o intentarlo, para el próximo curso.

Para ello el objetivo es acondicionar un área rectangular ubicada entre el edificio escolar y las pistas deportivas utilizadas por la mayor parte de los 200 niños matriculados en este centro, dotándolo con juegos tradicionales como el tres en raya o el peletre, que estarían pintados de forma permanente en el suelo. Además quieren que en esta misma área se ubiquen unos bancos especialmente destinados a rincón de lectura.

"El objetivo es que haya espacio para que cada niño pueda destinar ese descanso entre clases al tipo de juego que libremente elija. Si me preguntan si ahora pueden hacerlo tengo que decir que relativamente", apunta Placer Alonso.

La directora del centro asegura que la realidad educativa ha variado mucho desde la fecha en la que se construyó el colegio San Martiño por lo que es necesario adaptarlo "a las necesidades reales de la infancia".

Y es que aunque pueda parecer que practicar fútbol o baloncesto en los recreos resulta muy sano, ya que permite hacer deporte y socializar, puede resultar excluyente si priva a una minoría de alumnado de un espacio propio en el que realizar actividades alternativas.

525 horas al año

"Queremos resolver esa situación porque durante los recreos los niños siguen aprendiendo". Para Placer Alonso no se trata solo de integración, sino también de educar en el respeto y fomentar el hábito de aprender a convivir con quien elige opciones diferentes a las propias. Según los datos que maneja Educación el patio del colegio es espacio público donde los niños pasan unas 525 horas al año, convirtiéndose por tanto en una zona de socialización importante en los primeros años de su vida.

"Ahí es donde desarrollan sus propias capacidades pero también donde aprenden a relacionarse con las demás personas, a conocer otras experiencias; convivir, comprender, compartir, en un espacio común con gente diversa. Todo espacio, desde su diseño, materiales y distribución, condiciona el uso que hacen las personas; por lo tanto, condiciona las relaciones humanas y la convivencia", explica la orientadora escolar de un centro público de la ciudad, que apuesta por concebir el patio escolar como otro recurso más del centro para incrementar la motivación de los niños por aprender, explorar, investigar y descubrir.