El propietario del pazo de Salvaterra adornaba el jardín de su vivienda con objetos de incalculable valor arqueológico.

Parte de una mámoa o un trisquel de origen neolítico son algunas de las piezas que los agentes descubrieron en la primera inspección que realizaron al pazo y que llamó su atención.

Durante la operación la Guardia Civil se hizo con numerosa documentación de la que, por el momento, han extraído como dato relevante que el propietario del pazo generó un volumen de negocio en el año 2011 que supera los 400.000 euros.

Del estudio de esa documentación confían en que salgan respuestas como el origen de las tallas, que por el momento se desconoce si fueron robadas, así como la posible existencia de una red que se encargue de la introducción en España de los animales disecados.

El Seprona contó con el asesoramiento de dos técnicos de Patrimonio de la Xunta y un experto en arte sacro, el decano de la Facultad de Geografía e Historia.