El cáncer está muy presente en la vida de Esther Martínez, mexicana afincada en Pontevedra, donde vivían sus padres. En el año 2005 su madre falleció de cáncer de páncreas y a los nueve meses un tío suyo, de la misma enfermedad. También varios primos. Además, su padre, de 93 años, pasó por uno de próstata.

Todo ello le llevó a acercarse a la asociación para ofrecer su ayuda a aquellos que puedan estar pasando por lo que ella ya sufrió entre sus allegados. "Es una enfermedad muy dura y a veces necesitas a alguien que en algún momento te diga que puedes contar con él", manifiesta.

La voluntaria comenzó ayudando en la asociación con las huchas de las cuestaciones en sus vacaciones de verano, pero dio un paso más y ahora ya ofrece su apoyo a los enfermos y familiares en el Hospital Provincial de Pontevedra.

"Vamos un día a la semana al hospital y visitamos a la gente que nos lo solicita. También vamos a la sala de espera de quimioterapia y ofrecemos información", explica. "La gente nos recibe muy bien y les aclaramos que todos los servicios son gratuitos", añade.

"La gente te cuenta cosas que te hacen a ti ser más humana, más agradecida con la vida", reconoce.

El hecho de haber tenido experiencias familiares con la enfermedad le facilita el acercamiento a los pacientes. "La mayoría de los que estamos ahí somos personas que lo hemos vivido de alguna u otra manera, que sabemos de lo que nos están hablando".

Las principales quejas de los que acuden a la asociación se centran, según la voluntaria, en el espacio donde esperan para recibir la quimioterapia en el Hospital Provincial, por sus características físicas, así como la forma en la que algunos profesionales les dan el diagnóstico, con falta de empatía.