Vicente Cerdeiriña Vázquez-Ulloa llegó a Poio hace 40 años, diez después de ordenarse sacerdote y ahí se integró, en la parroquia del Divino Salvador, donde hoy puede presumir de haberse ganado el respeto de la mayor parte de los vecinos.

Alrededor de 200 personas se reunieron ayer para reconocer su trayectoria con motivo de sus 50 años de sacerdocio, con una fiesta sorpresa que emocionó al párroco, también responsable del Arciprestazgo do Lérez, ya que la organizadora del evento, Pilar Montes, logró reunir a parte de su familia y a una amplia representación de las parroquias en las que Vicente Cerdeiriña estuvo oficiando, entre las que están las de Santa María y San Bartolomé de Pontevedra.

Licenciado en Teología y Filosofía, Vicente Cerdeiriña es un profundo galeguista, convencido de la necesidad de mantener vivo el idioma gallego como seña de identidad de un país.

Su convencimiento le llevó al activismo y le convirtió en el primer párroco en oficiar liturgia en gallego. "Tardei como un ano en facela completa, fun introducindo pouco a pouco as oracións", comenta sonriendo junto a Luciano Sobral, alcalde de Poio, que ayer le acompañaba en la comida celebraba en Casa Angelita.

Pero no fue su única innovación. De la parroquia de San Bartolomé se llevó una mesa que convirtió en el primer altar improvisado desde el que oficiar la liturgia frente a los feligreses. Hasta su llegada a Poio todos los sacerdotes le habían dado la espalda.

Poco a poco consiguió convertir en cotidianos estos cambios y que los feligreses los aceptasen y participasen en otra de sus propuestas: que la lectura durante la eucaristía la realizasen los asistentes. "Ata aquel momento so podían ler os curas, pero eu estaba convencido de que hai que facer cambios e o tempo doume a razón".

Pero una de sus mayores aportaciones en favor del idioma gallego fue que un Padre Nuestro aparezca grabado en piedra en una catedral de Jerusalén.

Todas estas anécdotas, apoyadas con fotografías, aparecen recogidas en un libro elaborado por la catequista Pilar Montes, que fue recogiendo diferentes episodios de la importante huella que el párroco está dejando en la parroquia, contada por él mismo en las hojas parroquiales que periódicamente envía a las viviendas. La publicación formó parte de los numerosos regalos que el párroco recibió ayer y que sin duda constituyó uno de los momentos más emotivos. Junto al de la llegada al restaurante, donde el párroco fue recibido por un grupo de gaitas mientras él comprobaba que no solo los catequistas se habían reunido, sino que en el local le esperaban familiares desplazados de A Coruña, su ciudad natal, sacerdotes llegados de distintas parroquias y numerosos amigos.

Emoción provocó también el trabajo de recopilación fotográfica que se fue proyectando durante toda la comida y en el que aparecían imágenes de muchos de los presentes, que reclamaban copia.