La hepatitis A es una enfermedad infecciosa aguda producida por el virus VHA. Se manifiesta desde un período de síntomas inespecíficos, como la falta de apetito, náuseas y malestar general, hasta la icteria, el color amarillo en la piel y las mucosas y signos de lesión hepática, con hepatitis fulminante en el 0,5 por ciento de los casos, en los que es necesario un trasplante.

La enfermedad tiene un período de incubación de entre 15 y 50 días, con una media de 28 y 30. Es más leve en niños. En adultos no es rara la hospitalización.

"La gente tiene muy asumido que si va a viajar al extranjero, a un país africano o sudamericano tiene que consultar qué vacunas ponerse. La de la hepatitis A siempre es una de ellas", recalca el doctor Juan Turnes.

"Existe una vacuna de la hepatitis A, otra de la B y una combinada, pero no tiene mucho sentido en países como el nuestro con riesgo bajo", añade.

"Cuanto mayores somos, más riesgo tenemos de desarrollar una hepatitis grave. Es una doble desventaja, por un lado la de no tener inmunidad y por otro que la infección aguda sea grave e incluso necesitar un trasplante", advierte el especialista.

No existe un tratamiento antiviral para la hepatitis A, en parte porque existe una vacuna eficaz y en parte porque es "una infección aguda intrascendente". "Casi siempre se autoresuelve".

Lo normal es que los síntomas, cuando los hay, es que duren entre dos y seis semanas. "Lo más latoso es la recuperación y se pueden necesitar dos meses", informa el jefe del servicio de Digestivo en el CHOP.

"Cuando no presentan síntomas, es que van a ir bien. Ya no se diagnostican o pasan desapercibidos. Cuando hay problemas para depurar la sangre se puede necesitar hospitalización, pero no para ningún tratamiento, porque no lo hay, sino para monitorizar e identificar si se puede llegar a necesitar el trasplante. Si es así, que sea lo antes posible. En nuestro país es relativamente fácil y puede haber un órgano en menos de 48 horas al entrar en código 0", concluye.