Me pilla lejos y lo lamento porque me hubiera gustado estar para darle el último adiós a ella, y las mayores condolencias a los suyos que, a partir de ahora, la van a echar mucho de menos como nos ocurrirá a todos los marinenses porque Concha fue aquí una pieza singular y, desde luego, uno de los personajes más conocidos conscientes que fuimos de que, en su persona, se encerraba el saber popular más extenso y eficaz habiendo vivido intensamente los avatares de este municipio desde hace casi un siglo, y atravesado las etapas más difíciles de la vida de una persona, y las situaciones más felices como producto directo de su personalidad abierta y colaboradora.

La desaparición de Concha Sanjorge supone una pérdida irreparable para la cultura popular marinense. Muchas veces se había aludido a la conveniencia de haber recogido de su propia voz cientos de canciones y anécdotas locales que, mucho me temo, ya solo ella recordaba con tal fidelidad. Era un compendio vivo de los carnavales de antaño y recordaba como nadie a los personajes locales más singulares. Cualquier momento era bueno para que Concha entonase una canción de aquellos tiempos con su prodigiosa memoria. Maestra cocinera "de familia", atesoraba como nadie las recetas de "orellas" y "filloas", empanadas, guisos, roscas, tortas y cuanto fue aprendiendo en la vida y con la vida, y pocos marinenses habrán quedado sin probar sus especialidades porque repartía con orgullo su sabiduría culinaria con aquel que por su casa, o por las proximidades de ella, pasaba.

A una vida infantil difícil le siguió el duro trabajo en las descargas de los pesqueros que solo mujeres como ella eran capaces de hacer, por dos "patacos", transportando a la cabeza las pesadas cajas desde el muelle a la lonja, y vuelta a empezar, un barco tras otro. También en el Puerto Comercial, puso su frágil cuerpo, pero su recio cuello, bajo pesados cestos de sal, carbón, cemento o tejas, hasta la extenuación y con el afán de llevar ayuda económica a casa donde esperaban diez bocas que alimentar, con la amargura de haber perdido una de ellas con tan solo 11 años de edad. En la casa de Concha y su marido Antonio apenas cabían todos los que eran pero con su amor de madre fue cuidando, educando y mejorando la vida de su larga prole. Cabe destacar la ocasión en que, tras uno de sus numerosos partos, al día siguiente, se presentó en el muelle a trabajar como siempre, dispuesta a cargar sobre su cabeza el mundo entero. Ella recordaba con infinito agradecimiento, el gesto del empresario para el que trabajaba que, descubriéndola entre las mujeres que hacían igual labor, la envió para casa y, tras ella, una furgoneta con alimentos con los que sustituir el valor del jornal de aquellos días.

Muchas veces tengo compartido con ella en el cementerio, momentos de homenaje a quienes allí descansan, porque nunca olvidó a los suyos, a quienes rendía homenaje de su oración entre velas y flores. A partir de ahora, cuando visite el camposanto la recordaré y me vendrá a la cabeza alguna de las coplas de cualquier comparsa que me tiene cantado allí en baja voz como si no quisiera que la oyeran desde el más allá. Descansa en paz Concha "Caralavada"&"Pardilla", nos sentiremos huérfanos de tu humor y tu vitalidad porque contigo se nos ha ido media historia de Marín. Lo lamentaremos, y mucho, pero Marín tardará muchos años en olvidarte.